La localidad de Artenara, en la cumbre de Gran Canaria, es la cabecera municipal situada a mayor altura y la más pequeña de la isla, situada en un bellísimo entorno paisajístico abierto a la cuenca de Tejeda. Una de las características principales del municipio es la pervivencia del hábitat en cuevas artificiales.

Artenara cuenta con un importante patrimonio arqueológico que incluye numerosas cuevas prehispánicas, con uso habitacional, religioso, utilitario y funerario, y es que fue una zona muy poblada del guanartemato de Agáldar. La economía, fundamentada en los cereales y la ganadería, permitió el desarrollo de Acusa como uno de los núcleos más importantes del municipio y que aparece con frecuencia en la cartografía histórica con distintas variantes (Arecusa, Acuza o Arecucen, entre otros). Aunque posee costa, entre los linderos con Agaete y San Nicolás, es un municipio típico de cumbre, ya que es la zona donde se localiza toda la población.

Después de la conquista, la repoblación fue más lenta en las medianías que en la cumbre. Esta zona permaneció en la demarcación del Beneficio de Santiago de Gáldar hasta el siglo XVIII, atendida espiritualmente por los monjes franciscanos del convento de San Antonio de la Vega. Acusa y Artenara fueron los dos núcleos importantes, de hecho, en las sinodales del obispo Dávila, en el siglo XVIII, se adjudican 50 vecinos al primer pago y 40 al segundo. La zona era conocida por los dos nombres juntos, ya que ambos sectores eran los más poblados de lo que en esos momentos eran los pagos más lejanos de Gáldar.

Cada uno de los núcleos contaba con una ermita. En Acusa, la de Nuestra Señora de la Candelaria, que se edificó en 1675 para sustituir a otra troglodita dedicada a San Juan Bautista, y en Artenara, la de San Matías Apóstol, que cuando se fundó, en 1630, estaba dedicada a Nuestra Señora del Rosario. Ambos asentamientos se desarrollaban por igual y mantenían cierta paridad, aunque en la cartografía aparezca más Acusa. Sin embargo, gracias al aumento general de la población durante el siglo XVIII, Artenara construye la parroquia en San Matías (1782) y poco después, ya en el XIX, el ayuntamiento.

En el patrimonio arquitectónico destaca como edificio más sobresaliente la iglesia de San Matías Apóstol, reedificada en el último tercio del siglo XIX y reformada durante el siglo XX, en ella se conservan piezas interesantes de arte sacro. Sin embargo, la característica principal del municipio es la continuidad del hábitat en cuevas artificiales.

Desde Artenara se disfruta de las vistas sobre la cuenca de Tejeda. En uno de sus miradores se encuentra una escultura dedicada a Miguel de Unamuno, quien dejó escritas sus impresiones sobre el lugar. En el resto del municipio, y formando parte del patrimonio etnográfico, se pueden visitar diferentes caseríos de casas-cueva, como Lugarejo, antaño famoso por su producción locera, Las Arbejas, Chajunco, o Coruña, entre otras.

De las casas cueva destaca la de Manuel Aranda, prototipo de vivienda de Artenara. También troglodita es la ermita de la Virgen de la Cuevita, con la particularidad de tener labrados en la roca todos sus elementos (altar, púlpito, tribuna, etc.). Precisamente, la fiesta principal se celebra en honor de esta Virgen, cuya imagen se traslada hasta la iglesia de San Matías y se devuelve a su santuario troglodita el último domingo de agosto. También son antiguas las celebraciones del Santo Cristo de Acusa, San Matías y La Candelaria.

En Acusa, las ruinas de la primitiva ermita del siglo XVII aún pueden verse cuando baja el nivel del agua de la presa. Sus imágenes se conservan en la actual ermita de Nuestra Señora de la Candelaria, erigida en 1968.