Es el municipio más joven de Gran Canaria tras lograr la segregación de Teror a mediados del siglo XIX. Emplazado en lo que era una zona boscosa, carece de costa y, a pesar de su nombre, está en la parte más húmeda y pluviosa de la isla, lo que parece una contradicción con el topónimo. La explicación se fundamenta en que los barrancos vecinos de Madrelagua y la Virgen tenían aguas más abundantes.

El desarrollo de Valleseco fue un poco más tardío que el de los municipios vecinos, aunque aparecen repartos de tierras después de la conquista. La agricultura y la ganadería han sido siempre los recursos principales de estas tierras. Como sucedió en toda Canarias, la emigración hacia América también estuvo presente en Valleseco, siendo un caso interesante el de la familia Monagas, que se trasladó a Venezuela y sus descendientes llegaron a la presidencia de la República y dan nombre a uno de los estados.

La dispersión del municipio motiva que su patrimonio arquitectónico esté presente en distintos puntos de su geografía. Sus atractivos son múltiples y casi todos ellos vinculados a valores paisajísticos. Su patrimonio etnográfico contempla molinos de agua, acequias, etc., aunque posiblemente los más conocidos sean sus lavaderos, a manera de alpendres, que se sitúan estratégicamente en distintos puntos de la comarca.

La población estaba dispersa por los diferentes valles, convirtiéndose en central el de Valleseco con la construcción de la ermita de San Vicente Ferrer en los años 1740 y 1746. Sin embargo, tuvo que pasar casi un siglo para que fuese declarada parroquia en 1846 con la advocación del referido santo dominico. Las gestiones para la creación del ayuntamiento propio comenzaron en 1839, pero no se constituye hasta 1842, reconocido oficialmente por el Gobierno central en 1843 tras llegar a un acuerdo de linderos con Teror, del cual se segrega.

La cabecera municipal concentra la mayoría de las edificaciones más destacadas en la calle principal, dedicada a León y Castillo, a la que se adosa la plaza donde se levanta la actual iglesia parroquial de San Vicente Ferrer. El edificio sustituye a la vieja ermita que quedó pequeña para la feligresía, de tal manera que en 1884 se decide construir una iglesia nueva con planos de Laureano Arroyo, arquitecto diocesano, que se abrirá al culto en 1898. El templo es de características eclécticas, con fachada rematada en espadaña central, de tres naves y cubierto por bóvedas y cúpula. De su patrimonio mueble destacan las imágenes del santo titular dominico y de la Virgen de la Encarnación. Algunos de los ejemplos de arquitectura doméstica más destacados de la localidad están en los alrededores de la parroquial y son del siglo XIX y principios del XX, presentando fachadas con huecos ordenados y marcos de cantería de Arucas, aunque también los hay con características más tradicionales, con cubiertas de tejas.

La dispersión del municipio motiva que su patrimonio inmueble esté presente en distintos puntos de su geografía, como en Valsendero, Lanzarote o Zumacal, entre otros. Las viviendas rurales están en relación directa con las huertas y cercados de cultivo y se localizan muchas de tipo tradicional con tejas a dos aguas, algunas con corredores de madera y con planta variada en relación a su ubicación, siempre con una gran funcionalidad. Estas edificaciones están en los ámbitos de los cultivos típicos de medianías, aunque en Valleseco destaque la castaña y especialmente la manzana, de ahí que una de sus fiestas principales, la de la Virgen de La Encarnación que se celebra en octubre, sea más conocida por el nombre de la fruta. También, al finalizar la primavera, se celebran las del patrón San Vicente.