La iglesia parroquial de San Lorenzo resume el esfuerzo de una población en su interés de fundarse como una comunidad con personalidad propia. La primigenia población, denominada El Lugarejo, estuvo  integrada por numerosos agricultores y ganaderos que lograron prosperar mediante el abastecimiento de productos al mercado local y regional. 

Sus esfuerzos colectivos le llevaron a conseguir una jurisdicción eclesiástica propia capaz de cubrir sus necesidades espirituales. La actual parroquia tiene sus orígenes en la fundación de una ermita bajo la advocación de San Lorenzo cuya aprobación episcopal se consiguió en 1638, alcanzando el grado de parroquia en 1681, siempre en ambos casos bajo la jurisdicción del Cabildo Catedral.

            La primigenia ermita de una sola nave experimentó diversas transformaciones a lo largo del tiempo, siendo la intervención más notable la efectuada en el siglo XIX. El elevado número de vecinos, la prosperidad del sector agropecuario y la presencia de canteras con una reconocida calidad fueron acicates para un vecindario deseoso de mejorar el templo parroquial en una fase temporal aún no mediatizada por las convulsiones políticas de fines de la centuria. Se construyó una iglesia de tres naves, con fachada neoclásica y espadaña, con un prolijo empleo de la cantería.

El edificio tiene una planta de tres naves con crucero levemente resaltado, resuelta con arcos formeros y fajones. Las naves laterales tienen una anchura de 2/3 respecto a la central. En la fachada  neoclásica se  delimitan tres cuerpos correspondientes a las naves, por pilastras de cantería, siendo el central de mayor altura y rematado en frontón recto, mientras los laterales lo hacen con frontón curvo. Las tres portadas están enmarcadas con arcos de medio punto, y rebajada con frontón curvo, la central. Sobre ellas, dos óculos elípticos en las laterales y uno circular en la otra. Sobre el frontón central se sitúa la espadaña de dos huecos en cantería.

San Lorenzo, destaca además, por un  excelente conjunto de bienes artísticos (orfebrería, tallas, pinturas...)   de diferentes facturas y lenguajes, sin obviar sus dos magníficos artesonados.