La Necrópolis del Gallego, cerca del Barranco de Telde, es una agrupación muy significativa de espacios sepulcrales en túmulos y cistas, para cuya construcción los canarios aprovecharon las piedras del entorno.

Se trata de un enclave que responde a unas características similares a las observadas en otros conjuntos de esta naturaleza, como el del Malpaís de Agaete, demostrándose en este sentido la existencia de unas respuestas culturales semejantes, en este caso vinculadas al mundo de la muerte, ante los aspectos condicionantes impuestos por el entorno natural de Gran Canaria.

La necrópolis, en la que aún pueden observarse numerosas construcciones funerarias, está conformada por túmulos sencillos elaborados mediante la superposición de las mismas piedras que forman el malpaís. Normalmente, presentan una planta circular o elíptica, mostrando dimensiones desiguales, según el caso, que oscilan entre los 2 y los 4 metros. Algunos de estos edificios sepulcrales se encuentran rodeados por un anillo de piedras cuya altura no suele superar el medio metro. Este elemento constructivo, que a veces constituye una solución arquitectónica para salvar el desnivel del suelo, ha sido interpretado en ocasiones como un elemento mágico "de protección", que definiría el recinto sepulcral y protegería de la posible influencia negativa de los espíritus de los fallecidos.

Los túmulos cubren las cistas en la mayor parte de los casos. Espacios en los que se ubicarían los restos humanos, elaborados en piedras seleccionadas del entorno, formando auténticos "cajones pétreos". El cadáver se ubicaría sobre una camada de piedras de pequeñas dimensiones, a modo de yacija, evitándose el contacto del cuerpo con el suelo. La cista sería cubierta luego con piedras de mayores dimensiones traídas expresamente de otras zonas.