Nuestra Señora de la Encarnación es una escultura de bulto redondo de tamaño medio, obra del imaginero José Luján Pérez.  Esta pieza escultórica se conserva en la Iglesia de Santiago de los Caballeros de Gáldar, pero en realidad fue un encargo realizado para la desaparecida Ermita de Nuestra Señora de la Vega. Su coste ascendió a 1.075 reales, una cifra importante para una talla de tamaño mediano.

Al igual que ocurre con la gran parte de la obra de Luján, esta obra es el resultado del interés de los mayordomos parroquiales por renovar sus piezas devocionales y permite comprobar la enorme popularidad que estas imágenes alcanzaron por diversas localidades del norte de Gran Canaria. Esta pieza guarda un gran parecido tanto en tamaño como en estilo, técnica y decoraciones con otras piezas que desarrollan una iconografía mariana. Así tenemos los ejemplos de Nuestra Señora de la Esperanza, de Agüimes, o Virgen de la Encarnación, de la colección Juan Luis Egea Manrique de Lara.

Esta iconografía de la Virgen de la Encarnación no es muy habitual en la producción de Luján, ya que, además de esta obra, sólo realizó otra pieza para Haría en Lanzarote. La iconografía mariana es fundamental para entender la producción escultórica de este autor, pero más de la mitad de las imágenes dedicadas a la Virgen son del tema de la Pasión, es decir, la Virgen Dolorosa. En esta imagen la Virgen aparece absorta en la lectura de un libro de oraciones, alegoría del “Angelus”. Su composición a diferencia de Nuestra Señora de la Esperanza de Agüimes es más cerrada pero técnicamente son muy similares. Muchas de las imágenes de iconografía mariana de Luján Pérez constituyen un patrimonio vivo en nuestros días, ya que, además de ser veneradas en los templos, muchas de ellas son protagonistas de fiestas en su honor o siguen saliendo en procesión.

Esta obra recoge los rasgos característicos de la obra de Luján, con formas elegantes y serenas que acercan su lenguaje a la estética del Neoclásico, que comienza a imponerse como línea artística en Canarias.  Destaca el uso de mantos y túnicas con pliegues suaves, policromados con la técnica de los paños naturales. Todos ellos rematados por cenefas doradas con formas decorativas vegetales.