San Judas Tadeo es una pieza escultórica realizada en madera y telas encoladas que se enmarca en el período de madurez artística del escultor José Luján Pérez (1756-1815). Forma parte del Patrimonio artístico y religioso de la Iglesia de Nuestra Señora de Candelaria en Moya. Esta talla es una representación tradicional de la figura de San Judas Tadeo quien, según los Evangelios Apócrifos, predicó con Simón el Cananeo en Persia donde sufrieron su martirio.

Al igual que ocurre con la imagen de San Bartolomé de Fontanales es una talla de proporciones armoniosas en la que se pone de manifiesto el dominio del artista en el trabajo de los volúmenes de las vestimentas. Como soporte material, combina la madera con las telas encoladas. Esta técnica consiste en impregnar el soporte textil con aguacola y, antes de que seque, modelar este soporte para darle la forma adecuada. Sobre este soporte endurecido se aplican las capas de preparación y policromía, de manera que ópticamente no se distingue de aquellas zonas trabajadas sobre la madera. En muchas ocasiones esta técnica se utilizó en épocas en las que la situación económica no permitía adquirir la madera suficiente para tallar una pieza completa. En el caso de Luján Pérez se trata de una técnica heredada de su aprendizaje en el taller.

Se aprecia el habitual “contraposto” presente en las obras de Luján, es decir el cuerpo se curva al inclinar una de sus piernas, de manera que aporta una mayor sensación de movimiento al personaje representado. Reproduce en esta talla todos aquellos elementos que le aportaron fama y éxito alejándole de la estética Barroca, algo exagerada, y en favor del empleo de formas más clásicas y serenas. Las carnaciones del rostro y manos son suaves y utiliza la técnica de los “paños naturales”, es decir, colores planos en las vestiduras rematados por cenefas doradas de decoraciones vegetales.

En esta Iglesia también se conserva la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe que, si bien no es obra de Luján Pérez, recibió el encargo de reformarla para adaptarla a los nuevos gustos de los cargos eclesiásticos. La reforma se realizó en 1802 y rehízo la talla respetando el rostro de la Virgen y el cuerpo del Niño de la antigua imagen. Esta intervención pone de manifiesto que Luján, además de obra propia, recibía encargos para retocar obras y adaptarlas a los nuevos tiempos.