La imagen Virgen Dolorosa es una escultura de bulto redondo realizada por el escultor guíense José Luján Pérez fechada en 1805. Está realizada en madera de cedro y de caoba, ya que solía utilizar maderas nobles, que garantizaban la mejor pervivencia de sus obras de cara al futuro.

Esta pieza, una de las más admiradas dentro de la producción del artista, fue un encargo del deán Miguel Mariano de Toledo para su oratorio privado, pero más tarde se trasladó a la Catedral, a la llamada “Capilla Secreta”, actual Sacristía Baja, donde situó un retablo neoclásico para ubicarla. Desde 1908 podemos contemplarla en la Capilla de Nuestra Señora de los Dolores.

A partir de 1928 esta imagen empezó a salir en procesión la mañana del Viernes Santo en la Procesión de las Mantillas, junto al Crucificado de la Sala Capitular, pero inicialmente no fue una obra concebida para sacarla en procesión. Luján Pérez tuvo un gran interés por el tema de las “Dolorosas” y “los Crucificados” llegando a convertirse en el gran renovador de las esculturas destinadas a la Semana Santa en Canarias.

Con sus obras escultóricas inició un proceso de cambio de estilo hacia las formas más clasicistas que traía consigo el estilo Neoclásico abandonando los excesos del Barroco. Como hombre de su tiempo supo adaptarse al cambio de gustos artísticos promovido desde el mundo eclesiástico para el que trabajaba, por lo que partiendo de técnicas existentes en la mitad del siglo XVIII evolucionó hacia una estética marcada por formas serenas y clásicas. Su imaginería especializada en temas religiosos tiene en la iconografía mariana uno de sus puntos de mayor interés y el tema de la Virgen como Dolorosa ocupa un lugar privilegiado, ya que casi la mitad de sus esculturas sobre María son “Dolorosas”.

La Virgen Dolorosa de la Catedral de Santa Ana es una obra escultórica de gran calidad técnica en la que se aprecian las características propias de la etapa de madurez de su autor. Nos muestra a la Virgen como una madre que sufre de manera serena, sin excesos. Viste un manto azul y una túnica rosa y cruza sus manos en signo de plegaria. Su pecho está atravesado por un puñal que hace referencia a su sufrimiento. El uso del color azul en la túnica de la Virgen es porque tradicionalmente se considera a este color como “el color de la Virgen”. Destaca el trabajo de manos y rostro donde las carnaciones son suaves y el tratamiento de los pliegues del manto muy angulosos. La policromía de las vestimentas sigue la técnica de los “paños naturales”, en la que se emplean colores planos donde la única decoración se centra en cenefas doradas con motivos decorativos vegetales. La Virgen consigue una ligera sensación de movimiento por el uso del “contraposto”, logrado al adelantar y doblar su pierna izquierda, rasgo habitual de buena parte de su producción escultórica.

De aspecto muy similar es la “Dolorosa” de la Iglesia de San Miguel de Valsequillo aunque de tamaño menor. El hecho de que obras como esta imagen se procesionen y reciban veneración en las Iglesias permite considerarlas, no sólo como patrimonio mueble y religioso, sino también como parte del patrimonio intangible de nuestra comunidad.