La Ermita de San Roque se levantó a principios del siglo XVI a la entrada de Vegueta, junto al camino del Monte o de la Vega y se reconstruyó y amplió en el siglo XVIII. Contaba con Cofradía propia desde 1527. Esta zona era un lugar estratégico para los conquistadores, ya que permitía la comunicación entre la franja costera y el interior de la isla a través del Guiniguada.

Alrededor de la Ermita comienza a centralizarse la población desplazada del barrio de Vegueta. Tras el incendio y destrucción de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria a manos del holandés van der Roes se produce una gran transformación en la trama urbana de la ciudad, con marcados intereses de clase. Se produjo un desplazamiento de la población humilde y artesana a estas zonas conocidas como riscos mientras la elite del momento ampliaba sus palacios y casonas.

En Canarias, la veneración por San Roque es muy temprana y está ligada a los inicios de la sociedad colonial surgida tras la Conquista. Existía una comunidad asentada en las islas de procedencia italiana y peninsular que influyó en el desarrollo de esta advocación. A esto hay que unir la aparición de la peste en 1506 y la virulenta peste bubónica de inicios del siglo XVII, que fomentó la celebración de procesiones para pedir la intercesión de este santo contra la enfermedad.

En el interior de la Ermita existe un retablo barroco de principios del siglo XVII, uno de los más antiguos en este estilo que podemos encontrar en las islas. Este retablo de columnas salomónicas cuenta con un único cuerpo que alberga en su hornacina la imagen del Santo titular, San Roque. El grupo escultórico se compone de tres esculturas de bulto redondo que cuentan una historia. No hay que olvidar que a través de las imágenes religiosas se instruía a la población y se les recordaba que los santos eran un modelo de vida a seguir. Por un lado, aparece la figura de San Roque vestido de peregrino con bastón y concha mostrando una llaga en el muslo, que hace referencia a que enfermó de peste. A su izquierda el ángel que lleva de la mano y que es quien le cura y el perro fiel a su derecha que todos los días le llevaba pan para alimentarlo. Estamos ante una representación tradicional de este santo nacido en Montpellier en el siglo XIV cuya devoción se extendió rápidamente a su muerte pero que no fue canonizado hasta el siglo XVII. El encargo fue realizado a un taller sevillano por el Mayordomo Ruiz de Vergara y el coste ascendió a 3.000 reales de vellón. Es obra del escultor castellano afincado en Sevilla Alonso Martínez (1612-1668), autor muy influido por el maestro flamenco José de Arce y ligado al Círculo de Pedro Roldán. De hecho, se aprecian similitudes estéticas en la imagen del ángel con la obra de Roldán.