Los pozos de agua son los protagonistas indiscutibles del patrimonio material hidráulico industrial de Gran Canaria. Estas perforaciones verticales realizadas en la tierra al fin de alcanzar la fuente de agua subterránea, se conocen desde la época de la Conquista. 

Será a finales del Ochocientos cuando la actividad desarrollada en torno a estas instalaciones se intensifique de forma importante. Las causas hay que buscarlas en el inicio de un nuevo ciclo económico, fundamentado en los cultivos de exportación (plátano y tomate, fundamentalmente), así como en los incentivos fiscales para la entrada y salida de mercancías del Archipiélago Canario, establecidas en la Ley de Puertos Francos (1852). El incremento considerable de la demanda de agua obligó a perforar una cantidad relevante de pozos, horadando toda la superficie de la Isla, especialmente en las áreas del Sur, Sureste, Oeste y Norte de Gran Canaria. En todas las islas se contabilizan un total de 5 mil pozos. Sólo en Gran Canaria existen 1.867 bienes, lo que supone la mitad de los bienes censados. El resto se distribuyen en Fuerteventura (38%), Tenerife (7%), y Lanzarote (3%).

La sala de máquinas de los pozos se ajusta a una tipología arquitectónica muy definida y con escasas variaciones. Edificaciones de planta rectangular, dimensiones que oscilan entre de 50 a 200 metros cuadrados de superficie, cubierta a dos aguas, cerchas de madera o de hierro, y techumbre a base de planchas de zinc o tejas francesas (las de mayor antigüedad). Los muros son lisos, de mampostería, donde se abren vanos con carpintería de madera.

El interior de la fábrica suele ser amplio y diáfano, presidido en uno de los lados menores por la boca del pozo (cuadrada, rectangular o circular) y el brocal (pared que sobresale del nivel del suelo hasta una altura suficiente para que nadie caiga al interior). Sobre una base de hormigón se emplaza la bomba de pistones, generalmente en número de tres, compuesto de cabezal, y un complejo sistema de varillas, bombas y tubería de absorción y descarga. Estas bombas fueron en un principio importadas de Inglaterra, hasta que el aumento de la demanda impulsó a talleres de fundición locales a patentar sus propias máquinas: Hijos de Enrique Sánchez, José S. Fleitas, La Naval, Manuel Santana, Taller de Francisco Lozano, Pepe Santana, Aranzábal (Vitoria),…

Los mayoría de los pozos de la isla están equipados con motores diesel, siendo las marcas más extendidas las de procedencia inglesa: Ruston, Tangye, Lister Blackstone, Crossley, Robey, National, Robson, Petter Fielding, entre otras. Próximo al motor se sitúa el winche o cabestrante, artilugio de hierro dotado de un rodillo y un cable resistente que servía para desplazar el cacharrón dentro del pozo. La sala de máquinas suele contar con una o dos unidades, incluso tres, por motivos de seguridad.

El pozo recogido en esta ocasión, de 300 metros de profundidad, perteneció a José Verdugo Acedo. Localizado en la zona de Gallegos en el Barranco de Tirajana. La sala de máquinas está integrada por dos magníficos motores Ruston gemelares, así como un Lister Blackstone vertical, dos winches, y el resto de elementos característicos de este tipo de instalaciones industriales: brocal, bomba de pistones, etc.