Este retablo dedicado a la advocación de San José se estructura de manera sencilla, ya que cuenta con un zócalo, mesa de altar y un único cuerpo central dividido en tres hornacinas, aunque a la vista del espectador sólo existe una hornacina central donde se encuentra la imagen del Santo titular de la Capilla, San José. Esta hornacina central de medio punto está enmarcada por estípites profusamente decorados con dorados y policromados en rojos, verdes y azules.

El Retablo de San José está realizado en madera policromada al óleo y dorada al agua. A ambos lados de la hornacina central están colocados los cuadros de Don Baltasar José Rodríguez Déniz y Quintana y el de su tío Fray Juan Déniz. Estas piezas no siempre estuvieron situadas dentro del Retablo, ya que inicialmente se situaban en las paredes laterales de esta Capilla. De hecho, ocupan el lugar donde se situaban dos piezas escultóricas, “Santo Domingo” y “San Francisco”, cuyo paradero actual se desconoce. Estos cuadros presentan unos marcos de madera policromada en dorado y rojo, y bajo los mismos unas cartelas decorativas nos cuentan la historia de los personajes retratados.

Don Baltasar José Rodríguez Déniz y Quintana se hizo cargo de la Parroquia el 11 de diciembre de 1731. La devoción que sentía por San José le llevó a instituir un patronato y construir una capilla en su honor. Por esta razón dirigió una petición de licencia al Obispo Dávila y Cárdenas. Estas dos obras pictóricas son del pintor lagunero José Rodríguez de la Oliva que se caracterizaba por incluir en sus retratos un cuadro de temática religiosa junto al retratado. Así, en el retrato de Don Baltasar Rodríguez Déniz y Quintana aparece San José con el Niño y en el de su tío fray Juan Déniz se representa la advocación de la Virgen de Candelaria.

Sobre este único cuerpo central aparece un ático rodeado por volutas y rematado con un elemento decorativo vegetal. Dicho ático presenta un espacio donde se sitúa la “Virgen de los Dolores”, una pequeña pieza escultórica de bulto redondo realizada en madera que destaca por su gran calidad técnica y artística. La Virgen aparece vestida con un manto de color azul y una túnica roja con decoraciones estofadas a base de motivos vegetales dorados. Tiene las manos cruzadas sobre el pecho mientras que su mirada cargada de sufrimiento mira hacia el cielo. Sus ojos de cristal aportan una mayor sensación de realismo a la talla. Acompañando a la Virgen, vemos a cada lado dos tondos que son obras pictóricas de forma redonda semejante a un medallón, enmarcados por formas vegetales con las representaciones de San Juan Evangelista, a la derecha, y Santo Tomás de Aquino, a la izquierda. Destaca la gran cantidad de elementos decorativos como roleos, formas vegetales, estípites y hojas de acanto, así como el uso de los colores intensos rojo, azul y verde en el conjunto del Retablo, muy en la línea de los retablos barrocos y radicalmente diferente al resto de los retablos de estilo neoclásico presentes en la Iglesia.

El retablo es considerado una síntesis de diferentes manifestaciones artísticas que funcionaron como vehículos de adoctrinamiento religioso. Su carácter devocional se acentuó tras la Contrarreforma y es en el periodo Barroco cuando se convierte en un elemento decisivo en la configuración de los espacios religiosos.