El Retablo Mayor de la Iglesia de Santo Domingo de Guzmán cubre el testero de la Capilla Mayor de esta iglesia. Es un retablo realizado en madera, policromado al óleo y con gran profusión de elementos dorados al agua, que aportan una gran sensación de riqueza al conjunto. La Iglesia de Santo Domingo de Guzmán ocupa el espacio del que fue el antiguo Monasterio de San Pedro Mártir que pertenecía a la Orden de los dominicos.

La primitiva Ermita de San Pedro Mártir fue construida por el conquistador Pedro de Vera y desde 1522 compartió espacio con el Convento dominico. Iglesia y Convento fueron destruidos en 1599 por el ataque pirata del holandés Pieter van der Does. Su reconstrucción se produce a inicios del siglo XVII. De esta época es la actual Iglesia, un templo de tres naves con dos capillas laterales. El convento era una edificación de altos muros y planta cuadrangular con un claustro definido por una arquería ojival realizada en piedra amarilla. Afectado por la desamortización de Mendizábal, llegó a funcionar como leprosería y manicomio para ser derruido en el siglo XX. Esta Iglesia es uno de los ejemplos más significativos del Barroco en la isla, ya que apenas ha sufrido variaciones importantes desde la época de su construcción.

En su interior podemos encontrar un rico y variado patrimonio artístico y religioso en el que destaca la presencia del Retablo Mayor con sus originales estípites pareados. Los retablos son estructuras que surgen de la evolución de la decoración y ennoblecimiento de los primitivos altares. Son el medio plástico para el adoctrinamiento religioso, ya que ayudan a transmitir de manera clara y sencilla el mensaje del dogma católico. Su carácter devocional se acentuó tras la Contrarreforma y es en el período Barroco cuando se convierte en un elemento decisivo en la configuración de los espacios religiosos. Desde el Concilio de Trento en 1551, el Sagrario se convierte en un elemento fundamental en las iglesias, ya que en su interior se guarda el Santísimo Sacramento.

El Manifestador es un templete en el que se expone el Santísimo para adoración de los fieles. Esta estructura es obra de Antonio de Ortega y está fechada en 1665. Tiene la particularidad de ser el primer monumento ejecutado en Canarias utilizando la columna salomónica. En la parte superior de este Sagrario aparece una representación escultórica del abrazo entre Santo Domingo y San Francisco de Asís. Sobre ambos la representación de la Virgen Dolorosa. Sobre el Sagrario Manifestador se rompe el entablamento y aparece una moldura de formas curvas que trepa hasta el segundo cuerpo para definir su calle central y seguir hasta la zona del remate. En su interior se sitúa una bella imagen de un Cristo Crucificado obra de Antonio de Ortega, también del siglo XVII. En el primer cuerpo se abren dos hornacinas de cubierta gallonada donde se sitúan las imágenes del Santo Domingo de Guzmán, en la hornacina izquierda, mientras que en la de la derecha se sitúa el antiguo titular de la primitiva Ermita, San Pedro Mártir. En el segundo cuerpo custodiando la imagen del Cristo Crucificado existen dos altorrelieves que representan a San Luis a la derecha y a San Fernando a la izquierda. En el ático una representación pictórica presenta a dos ángeles sujetando una corona.

Este retablo, desde un punto de vista estilístico, se enmarca dentro del lenguaje Barroco. Esto explica el dominio de las formas curvas, la gran profusión decorativa en toda la superficie del mismo y la presencia de formas decorativas vegetales doradas. Se combina la policromía en tonos azules y rojos con la gran cantidad de dorados, de manera que se aporta sensación de riqueza y brillo al conjunto. El primer cuerpo presenta grandes similitudes con el que realizó para la Iglesia de San Juan de Telde y que envuelve el Políptico flamenco del siglo XVI. Como ocurre con muchos otros retablos, en su interior se combinan diferentes manifestaciones artísticas todas ellas de temática religiosa muy relacionada con la Orden de los Dominicos.

Como género religioso el retablo se consideraba el más digno y noble, ya que en su interior se sintetizan diversas manifestaciones artísticas: obras escultóricas y pictóricas de gran calidad técnica. Se convierten en un claro exponente de la colaboración entre los maestros de diferentes oficios, como pintores, escultores, carpinteros, estofadores, doradores, ensambladores, herreros y arquitectos, entre otros, por lo que contamos con un documento vivo que nos habla de la manera de trabajar y concebir el arte y la religión en esa época.