DE TU INTERÉS: Ruta de las Ermitas Históricas de Gran Canaria

 

RUTA ERMITAS HISTÓRICAS. Las ermitas históricas de Gran Canaria constituyen un testimonio  de incalculable valor patrimonial. Esta ruta   nos permite    conocer  los  valores tangibles e intangibles que encierran estos espacios del patrimonio , verdaderos contenedores de historia, arte y tradición.

Las ermitas históricas en Gran Canaria son  manifestación de la tradición popular mostrando las peculiaridades ideológicas, sociales y antropológicas de una amplia fracción de la sociedad.

En la ciudad de Las Palmas  de Gran Canaria éstas se encuentran presentes desde la fundación de la ciudad –San Antonio Abad- hasta nuestros días. Si bien algunas de ellas se fundaron por particulares  -San Nicolás, San Juan- los usuarios fueron siempre los grupos populares de la ciudad, emplazados en un primer momento en la periferia de Vegueta y después, a partir del Seiscientos, en los espacios urbanos denominados en el lenguaje popular riscos. En ellos se asentaba un alto  porcentaje de la población palmense, desplazándose desde allí a trabajar en los terrenos de labor, huertas,  talleres artesanos, barcos de pesca o como servicio doméstico en las viviendas de los más capacitados económicamente,


La ermita se convirtió en el lugar de concurrencia para las celebraciones religiosas pero también en un polo de cohesión vecinal manifestado en el sostenimiento colectivo de la reparación-construcción de la  edificación; en el abono de los gastos de las fiestas en los días de sus santos titulares; en el desarrollo de entidades asociativas –hermandades, cofradías-  de  unión grupal; convertirse la ermita en la reseña del propio barrio –la mayoría de ellos se conocen por el nombre del santo ubicado en la ermita-; o en ser ésta el recinto del último descanso de alguno de sus vecinos.

En las áreas rurales las ermitas cumplieron una labor social, ideológica y religiosa similar a las urbanas. En el siglo XVI muchas de ellas fueron fundadas en las áreas de ubicación de las grandes haciendas destinadas al cultivo y transformación de la caña de azúcar (San Pedro de Arucas; Las Nieves en Agaete; San José de Las Longueras, Telde), además de erigirse otras en las cercanías de las zonas de repartimiento de agua y tierras, caso de las construidas en Moya, Guía o Tirajana. A lo largo de los siglos XVII y XVIII se fundaron ermitas por algunos vecindarios –San Lorenzo, Las Nieves de Teror, San Mateo- o privadas –con acceso al culto de los campesinos asentados en los alrededores- como las de San Juan en Guía, San Sebastián en Agaete, San Felipe en Moya o San Isidro en Teror. En el siglo XIX la reducción de rentas, el fin de la percepción del diezmo eclesiástico y la creciente laicización llevó al abandono de varias, la destrucción de otras y el cierre de la mayoría. Sólo algunas de las ermitas urbanas y rurales –casi todas fundadas por los vecindarios- fueron transformadas en parroquias como medio de atender a los fieles en la liturgia ordinaria y en la administración de los sacramentos. Ejemplo de esta política eclesiástica se registra con las ermitas de San Roque o San Nicolás en Las Palmas; o Nuestra Señora del Buen Suceso (Ingenio) o Jinámar (Telde) en las zonas rurales.

Las ermitas fueron el vértice socioideológico de los grupos populares urbanos donde la pobreza, la necesidad y el analfabetismo eran una constante, erigiéndose éstas en un verdadero centro de esperanza al perpetuarse en ellas el esfuerzo de la colectividad  sostenido generación tras generación, permitiendo recordar a los antepasados y una forma de hacerlos presentes mediante la prolongación de esta obra colectiva en el tiempo.

Las Palmas de Gran Canaria:

 

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