San Nicolás de Tolentino es una imagen de vestir o de candelero en la que están talladas y policromadas las manos y la cabeza. El resto del cuerpo está sin tallar y a partir de la zona de la cintura se añade una estructura de candelero troncocónica, realizada con listones de madera que se apoyan sobre una base también de madera. De esta manera la imagen adquiere la forma necesaria al vestirla con el hábito propio de su Orden.

En esta representación tradicional de San Nicolás de Tolentino, el santo aparece en pie apoyado sobre una peana dorada. Lleva el hábito negro de la orden de los Agustinos. Sus atributos personales son una estrella en el pecho, aunque en este caso es el hábito el que está cuajado de estrellas, y un plato con una perdiz. Fue un santo con una gran capacidad de predicación, así como una gran dedicación a enfermos y necesitados.

Se desconoce quién fue el autor de esta escultura ni la fecha de su realización, pero se aprecian numerosos repintes y repolicromías sobre el rostro que han alterado por completo la imagen original. La advocación a San Nicolás de Tolentino la trajeron los primeros misioneros mallorquines que fundaron varias ermitas al llegar a Gran Canaria. Además de la Ermita de Santa Catalina en Las Palmas de Gran Canaria, fundaron la Ermita de San Nicolás en esta parte de la isla. Inicialmente era una ermita muy pequeña, mitad cueva, mitad ermita. En ella situaron una primera imagen del santo realizada en piedra labrada, hoy desaparecida.

De esta advocación deriva el nombre actual del municipio. Con el tiempo esta primera ermita situada en la costa se trasladaría hasta el fondo del valle. En 1783 conseguirá la condición de Parroquia separándose de la Parroquia de Tejeda a la que pertenecía.