La isla de Gran Canaria cuenta con una red de caminos reales que permite llegar a los puntos más recónditos de la geografía insular sin más ayuda que nuestros pies. Mucho antes de la conquista, los grancanarios empezaron a crear esta malla tupida de caminos y veredas que se amplió y perfeccionó tras la colonización europea.
Una de las rutas más importantes era la denominada ‘Mesta Chica’, antiguo camino de la trashumancia insular, que unía las localidades de Gáldar y San Bartolomé de Tirajana. Hasta finales del siglo XIX, el camino entre Cruz de Tejeda y Tunte debía hacerse a través del rodeo de Ayacata, pero en la última década de ese siglo, una obra titánica para aquel entonces revolucionó las comunicaciones entre el norte y el sur a través de la cumbre.
La idea partió de un acaudalado terrateniente de la comarca Tirajanera, Antonio Yánez, quien puso los medios para que, a base de piedra seca e ingenio se salvaran los casi doscientos metros de desnivel que separan los altos de Pargana del sendero que baja hasta la Cruz Grande. El tramo de camino de herradura, perfectamente empedrado, no mide más de 700 metros, pero hoy, cuando enormes puentes de hormigón cruzan los barrancos más impresionantes de la Isla, aún sigue causando asombro entre los que se atreven con sus cortas pero duras rampas.
Ya han pasado más de 120 años desde que este ziz-zag de piedras sustentado en muros impresionantes que recuerdan a las calzadas romanas vio pasar a las primeras recuas de mulas y los rebaños de pastores que podían atajar camino sin tener que pasar por el bonito pago de Ayacata. Sucesivas restauraciones mantienen el camino en buen estado; una invitación más para dejarse atraer hacia uno de los parajes más bellos e intensos de esta Gran Canaria nuestra. Lo del nombre de ‘La Plata’ lo dejaremos para otro día.