Tomaderos, acequias, quebraderos, rebosaderos, decantadores, coladeros, canales, acueductos, casillas de agua, etc. La ingeniería tradicional para la conducción del agua es inabarcable.
Acequias y canales
Desde la época aborigen y en los primeros años de la Colonización europea, la captación de las aguas manantes y pluviales se hacía quebrando los cursos con azudes o tomaderos hacia las acequias. Éstas son simples excavaciones reforzadas con muros de piedra con algunos tramos abiertos en la roca. A lo largo de su recorrido disponen de quebraderos para desvíos a otras acequias secundarias; aliviaderos o rebosaderos para evitar que una sobreconducción del fluido la destroce; decantadores para retener los sedimentos y filtros en forma de rejas o coladeros.
Las acequias de Gran Canaria son numerosas y kilométricas. Se corresponden, casi siempre, con una heredad cuya canalización principal solía denominarse Acequia Real, de la que salían otras secundarias.
Para cruzar cauces y evitar un excesivo plegamiento del terreno, por lo general se valían de canales, algunos con el empleo del arco de medio punto. De los 88 acueductos catalogados en la Isla, los más destacados están en Arucas, Telde y en el barranco de Fataga. En tiempos modernos, los cauces de barrancos se salvan con tuberías subterráneas con dos sifones, uno en la entrada y otro en la salida.
Cantoneras y casillas del agua
Para distribuir adecuadamente las distintas fracciones de agua entre los partícipes de los heredamientos, se inventó un curioso medidor-distribuidor denominado cantonera. Una arquitectura hidráulica que adquiere plena identidad hacia el siglo XVIII; un buen ejemplo de la generación informal de la tecnología, donde se aplican ingeniosamente los principios de hidrodinámica para la medida y distribución del fluido. Actualmente, se conservan casi medio millar, en los más variados diseños arquitectónicos, tanto a cielo abierto como dentro de habitáculos, las casillas de agua protectoras de la medición ante los hurtos.