La escultura Santa Ana, en la Iglesia de San Mateo Apóstol, es una pieza de bulto redondo que se eleva sobre una peana y que presenta una decoración que imita un marmolado. Esta escultura, realizada en madera y telas encoladas, se enmarca entre la producción de madurez de la obra del escultor guíense José Luján Pérez (1756-1815), al igual que la imagen del santo titular San Mateo.
El canónigo Fernando Hernández Zumbado es quien encarga y financia la escultura Santa Ana junto con la imagen de San José. La primitiva ermita de San Mateo estaba en ruinas a finales del XVIII de ahí la necesidad de reformar el templo y dotarlo con obras artísticas que moviesen a la devoción y que, además, reflejasen los nuevos gustos y preocupaciones del clero ilustrado. Con las nuevas piezas artísticas se pretendía combatir estilos del pasado, concretamente los excesos y abusos del estilo Barroco.
La imagen de Santa Ana es una representación tradicional de la madre de la Virgen pero no es un tema habitual en la producción de Luján Pérez, más interesado en los Pasos procesionales y los temas de la Pasión como son la ”Virgen Dolorosa” y el “Cristo Crucificado”. Santa Ana aparece en pie representada como una mujer madura que lleva en su mano derecha un libro y baja la vista hacia el suelo. Reproduce el estilo compositivo propio de Luján Pérez ya que capta la sensación de movimiento gracias al “contraposto”, es decir la curvatura que se forma al doblar su pierna derecha.
El tratamiento de los pliegues de las vestimentas es de gran delicadeza y emplea la técnica de los “paños naturales”, es decir colores planos rematados por ricas cenefas doradas con motivos decorativos vegetales. La imagen lleva ojos de cristal para aportar mayor realismo al personaje y las carnaciones son suaves y delicadas.