El grupo escultórico Santísima Trinidad no es una escultura de bulto redondo, sino un altorrelieve tallado por completo a excepción del reverso, ya que es una pieza concebida para ir unida a una hornacina. Forma parte del patrimonio artístico de la Ermita del Espíritu Santo de Las Palmas de Gran Canaria.
La primitiva Ermita del Espíritu Santo fundada en 1540 por el clérigo Pedro del Broilo se situaba extramuros de la ciudad, fuera de la Portada de Triana hacia la zona norte, concretamente a orillas del Barranquillo de Mata. El ataque pirata de Pieter van der Roes en 1599 supuso la destrucción de muchos templos, tales como el Convento dominico, el de las monjas bernardas y parte del de San Francisco. Las Ermitas del Espíritu Santo, San Sebastián, Santa Catalina y Nuestra Señora de la Luz también fueron quemadas.
No sería hasta el siglo XVII cuando volvería a erigirse una ermita dedicada a esta advocación en la ciudad. Esta vez el solar elegido para su construcción estaba enclavado en el barrio de Vegueta, muy lejos de la zona situada fuera de la Portada de Triana y fue patrocinada por la familia de la Cruz. Dentro del patrimonio artístico y religioso de esta Ermita destaca esta pieza que representa el tema de la Santísima Trinidad.
La composición de esta obra escultórica se desarrolla de forma vertical o “Trono de Gracia”, en la que Dios Padre tocado con una tiara y, sentado en su trono, sostiene en sus manos la representación de su Hijo en forma de Cristo Crucificado, mientras que el Espíritu Santo en forma de paloma rodeada por rayos áureos se sitúa sobre la figura sedente del Dios Padre. Hoy en día este tercer elemento está separado de los otros dos.
La reproducción plástica de la Santísima Trinidad se realizó dentro de la más pura ortodoxia: Padre e Hijo tienen formas antropomórficas y el Espíritu Santo es una paloma. Hay casos en que los artistas intentaban expresar de manera más comprensible el misterio de la Trinidad y representaban las figuras de manera igual; así, podían aparecer tres ángeles idénticos o la figura del Padre Eterno con tres cabezas. La garantía en la pureza de las representaciones artísticas era observada por el Santo Oficio situado en Las Palmas de Gran Canaria y por la jerarquía eclesiástica. A través de las obras de arte se transmitían los dogmas e ideales de la Iglesia, ya que pocas personas sabían leer en esta época o tenían acceso a los libros. Por tanto, las representaciones artísticas tenían que cumplir con las directrices marcadas por la Iglesia, así como evitar alentar supersticiones presentes en la tradición popular.
Desde un punto de vista técnico esta pieza está tallada en madera, cara y manos de Dios Padre y Cristo Crucificado, mientras que para los ropajes del mismo Dios Padre se empleó la técnica de las telas encoladas. Todo el conjunto está policromado con la técnica al óleo. Se sabe por una inscripción que apareció en la pared que la pieza está fechada en el año 1765 cuando era patrono de la Ermita el capitán Antonio Zerpa Padilla. La hornacina fue obra de José Gil, el grupo escultórico fue realizado por Felipe Genovés y la policromía del maestro José Yanes. La presencia de estos artistas nos habla de la forma de trabajar en esta época muy marcada por el sistema gremial y la colaboración entre diferentes maestros.