San Vicente Ferrer es una escultura de bulto redondo realizada en madera de cedro y policromada al óleo. Forma parte del Patrimonio artístico y religioso de la Iglesia de San Sebastián, en Agüimes, y su ubicación actual es en la parte derecha del Retablo Mayor de la iglesia, mientras que Santo Domingo de Guzmán, otra pieza escultórica del mismo autor, José Luján Pérez, se sitúa en la parte izquierda.
Inicialmente estas piezas procedían del antiguo convento de los dominicos, pero tras el incendio en 1887 las imágenes pasaron a esta Iglesia, junto con la de la Virgen del Rosario. Desde finales del siglo XIX hasta 1931 se colocaron en el Retablo de Santa Marta para luego pasar a su actual ubicación.
Esta obra escultórica es una representación de la figura del santo Vicente Ferrer, al que tradicionalmente se identifica vestido con el hábito dominico de túnica blanca y manto negro que simbolizan la pureza y la austeridad. Entre sus atributos habituales lleva un crucifijo y un libro que hace referencia a los sermones anunciando el Juicio Final que daba para convertir a los pecadores.
Luján Pérez presenta al Santo como un hombre con rostro anguloso y mirada penetrante en el momento de su prédica. Utiliza la madera de cedro porque era ideal para trabajar por su media dureza y era menos vulnerable a los insectos xilófagos y emplea ojos de cristal para acentuar la sensación de realismo en sus obras. Esta talla es un claro reflejo de la producción artística de este escultor, que es el resultado de una generación canaria ilustrada. Supo combinar el sentimiento religioso con la serenidad clasicista. Con su obra se abandonan los excesos del lenguaje barroco a favor de formas serenas más cercanas al lenguaje neoclásico. En sus obras se potencia una nueva estética marcada por una buena técnica de ejecución, formas elegantes y equilibrio.
La producción artística de Luján Pérez vino a solucionar las carencias artísticas y de imágenes religiosas que existían en las islas en su época. Es en el último tercio del siglo XVIII cuando la Iglesia asumió la necesidad de sustituir la antigua imaginería barroca por otra más acorde con los nuevos tiempos y con el claro objetivo de promover entre la población una mayor devoción religiosa. Luján Pérez encargaba la policromía de sus obras a pintores y estofadores de calidad con los que trabajaba habitualmente tales como Manuel Antonio de la Cruz, José de Ossavarry o Cristóbal Afonso. La policromía de San Vicente se caracteriza por emplear tonos claros y luminosos en las carnaciones. En el caso de las vestiduras se emplea la conocida técnica de “paños naturales” muy habitual en las obras de Luján y que consiste en el uso de colores planos y cenefas doradas que rematan los vuelos de las túnicas y mantos.