En esta obra pictórica que se halla en la "Iglesia de San Juan Bautista" nos narra el momento del Nacimiento de Jesús. La escena parece situarse en el interior de un establo, como cuenta la tradición, de ahí la presencia entre penumbras en el lateral izquierdo inferior de dos animales, la mula y el buey. En el centro de la composición La Virgen María, ataviada con un traje rojo, presenta al recién nacido, mientras San José, representado como un anciano vestido con ropajes oscuros, queda relegado a un segundo plano. Situados a la derecha de la Virgen, dos ángeles contemplan al Niño enlazando sus manos en actitud de oración.
Es en el Evangelio de San Lucas donde se relata el Nacimiento de Jesús, pero de una manera un tanto sintética; en cambio, en los Evangelios Apócrifos, en concreto en el de pseudo-Mateo del siglo VI, se habla de manera explícita de una gruta convertida en establo y se añade la presencia del asno y el buey. Estos animales, al reconocer la naturaleza divina del Niño, caerían de rodillas en su presencia y con su aliento cálido aportarían calor al ambiente frío de la noche en el establo. Desde entonces pasan a formar parte de la iconografía más reconocida a la hora de representar el momento de la Natividad de Jesús.
Se representa a la Virgen con actitud serena y sumisa, con los ojos bajos mientras presenta a su hijo, ya que se consideraba que había parido sin sufrimiento, de ahí que, desde finales de la Edad Media, la Natividad se convierte en una Adoración en el arte occidental. San José aparece ante nosotros como un mero espectador con el aspecto de un anciano. Tal y como ocurren en las representaciones artísticas de la Natividad anteriores a la Contrarreforma, la figura y el papel de San José están muy desdibujados y su aspecto de anciano ayuda a explicar mejor la paternidad divina de Jesús.
Destaca la enorme calidad técnica de la obra, tanto en la ejecución del dibujo como en la delicadeza de las transparencias y la aplicación del color. Los rostros de La Virgen y del Niño Jesús son de una gran luminosidad y centran el interés del espectador en una primera aproximación al tema de esta tabla. Esta obra pictórica forma parte de la producción artística del pintor y diseñador flamenco Michiel Coxcie, conocido como “El Rafael de los Países Bajos”. Fue un autor muy prolífico y realizó tanto retratos y escenas religiosas como diseños para vidrieras y tapices. Se formó en el taller de Bernard van Orley, que fue el primer pintor nórdico que practicó y difundió la técnica de la pintura al fresco. Estudió en Roma y formó parte de la Academia de San Lucas de esta ciudad, pero volverá a su tierra donde será muy apreciado por sus contemporáneos llegando a ser uno de los pintores favoritos de Carlos V y de Felipe II. Este último le nombró pintor de corte y para él hizo una copia de la obra “El Descendimiento” de Roger van der Weyden, para San Lorenzo de El Escorial. Por su estilo pictórico se le considera un pintor en la línea de los romanistas de Amberes. Sus figuras femeninas como en el caso que nos ocupa se caracterizan por ser representaciones elegantes, delicadas y bien proporcionadas.