En la serie "Patrimonio Entremanos", hablamos de labores artesanas y oficios antiguos que constituyen un importante capítulo del patrimonio etnográfico de Gran Canaria.
El origen de los calados parece estar localizado entre la frontera portuguesa y las provincias andaluzas y extremeñas, dada la similitud de determinadas técnicas, que en el desarrollo insular han encontrado una particular manera de manifestarse. En Canarias, las casas comerciales inglesas organizan esta artesanía a finales del siglo XIX, exportando su producción al mercado europeo, siendo Londres el principal centro receptor, además de tener el monopolio en el abastecimiento de las materias primas para la industria. El calado se convirtió así en una pequeña industria de ámbito doméstico, desarrollada exclusivamente por mujeres. Dentro de las actividades artesanas tradicionales de Canarias los calados son considerados como uno de los trabajos más delicados y minuciosos del sector, además de ser la labor artesanal con mayor proyección en los mercados internacionales. El uso del calado canario se empleaba sobre todo en lo que se conoce como ajuar, o ropa de casa, así como en diferentes piezas de los trajes tradicionales. Los puntos que se utilizan reciben diferentes nombres, según la forma y la zona donde se realiza el trabajo, algunos de estos son: coser y cantar, redondel, redondillo, flor de tela, flor de almendro, galleta, madrigal y fino. Los materiales que se utilizan para realizar las labores de calado son las telas de lino y los hilos de algodón. En cuanto a las telas para realizar piezas grandes (manteles, bandejas, caminos, toallas), que necesitan consistencia, se usa el algodón o la batista. Para los manteles, de cualquier tamaño, la artesana utiliza el lino (popularmente denominado hilo), y para los juegos de sábanas, blusas y pañuelos, la tela de algodón. Su laboriosa elaboración sigue los siguientes pasos: Marcar los dibujos en la tela Presillar los bordes de lo marcado Deshilar Colocar la tela marcada y deshilada en el telar o bastidores Calar con la aguja e hilos Lavar Recortar bordes Planchar la pieza terminada Lamentablemente, al acabar la I Guerra Mundial, la demanda de calados disminuyó considerablemente, y el número de caladoras fue mermando progresivamente hasta la década de 1950. No obstante, hoy en día se mantiene la tradición en algunos pueblos de la isla como Ingenio, Agüimes, San Bartolomé de Tirajana, Gáldar o Moya. Cabe destacar la labor de la FEDAC y sus escuelas taller que, mediante clases diarias de calado, intentan salvaguardar esta bellísima tradición.