El universo troglodita de Gran Canaria y, en especial, los hábitats en cuevas de la isla, constituye uno de los capítulos más importante del Patrimonio Insular. Algunos poblados pueden tener pisos de ocupación que alcanzan los 24 siglos de historia, y cuyos primeros habitantes eran los antiguos canarios.
A este hecho se suma su reutilización hasta la actualidad en asentamientos, que han conservado este patrón de habitación, siguiendo con su carácter de hábitat en uso, de un patrimonio vivo que forma parte del pasado y del presente. En Gran Canaria se estima una de las mayores densidades de hábitat en cuevas, que según datos aproximados pueden haber superado las 3.000 unidades ocupadas. La organización de algunos de estos conjuntos permite hablar de un urbanismo troglodita, en el que la distribución de los asentamientos responde a los usos históricos de sus pobladores y a las características de su localización. Estas ubicaciones dan a determinados conjuntos caracteres de fortalezas naturales, al estar anclados en zonas de escarpe, bordes de barranco, laderas pronunciadas o andenes naturales que sirven de pasillos de ocupación.
Gran Canaria cuenta con un asombroso y variado patrimonio troglodita: casas-cueva, cuevas-pajar, cuevas-alpendre, tanques-cueva,... Son bienes etnográficos y arquitectónicos extraordinarios que aún se conservan en los municipios de Artenara, Tejeda o San Mateo, entre otros. Su importancia se constata, además, por las toponimias tan diversas a las que ha dado lugar: Cuevas Bermejas, Cuevas Blancas, Cuevas Negras, Las Cuevas, etcétera.
Los diferentes habitáculos-cueva suman en las cartas etnográficas municipales un total de 108 conjuntos de casas-cueva aunque el número real asciende a 2.192 unidades, con mayor densidad en Artenara (17%), según el inventario elaborado en 1996, por la Dirección General de Patrimonio Histórico Artístico del Gobierno de Canarias. No existe municipio en Canarias con más tradición urbana troglodita que Artenara, cuyas raíces se remontan al pasado aborigen.
Hasta principios del siglo XX, la casi totalidad de viviendas eran cuevas; en 1850 sólo había dos casas de muros de mampostería frente a unas 500 casas-cueva. Las cuevas eran labradas a pico por gente especializada, los piqueros, oficio tradicional muy arraigado en las cumbres, que cuenta con un monumento en Artenara.
Muchos son los autores y viajeros que se han ocupado de las cuevas de Artenara. El escritor, botánico e historiador canario José de Viera y Clavijo (1731- 1813), escribía, en su Historia de Canarias, en el siglo XVIII: «La planta del lugar es rarísima. En medio de una gran montaña se alcanza a ver unos agujeros a manera de nidos de aves. Estos vienen a ser gran número de cuevas en fila (…)».
Domingo Doreste Rodríguez "Fray Lesco" (1868-1940), dijo en 1940: «Artenara. Preguntaréis por las famosas cuevas. No se ven. Hay que descubrirlas en las quiebras de las montañas, como las colmenas naturales (…)». Este mismo autor llegó a confesar más tarde que «siempre he ambicionado poseer tres o cuatro cosas en la tierra. Ahora deseo una más: poseer una cueva en Artenara» (Crónicas de «Fray Lesco», "Artenara, la invisible", 1954). Además, cuenta con la advocación de la Virgen de la Cuevita. Su referencia más antigua aparece en 1794, como Nuestra Señora de la Cuevita, una imagen situada en una oquedad muy reducida que fue ampliada entre 1858 y 1868.