El Retablo Mayor de la Iglesia de Nuestra Señora del Buen Suceso es una estructura realizada en madera de tea, policromada al óleo y con decoraciones doradas al agua. Constituye una de las piezas más interesantes de su patrimonio mueble.
La estructura de madera fue realizada por el maestro carpintero Francisco Guzmán quien tenía su taller en Las Palmas de Gran Canaria. Los vecinos pidieron permiso a la autoridad eclesiástica para poder construir su retablo. La parte del maestro carpintero se terminó en septiembre de 1784, pero el Retablo estuvo sin policromar ni dorar hasta 1787. Fue el maestro dorador, Agustín Rodríguez del Toro, quien se ocupó de estas labores, que finalizó al año siguiente. Para el dorado de este retablo se trajo el oro desde Córdoba ya que se consideraba que era de mejor calidad.
Es un Retablo de estilo Barroco que consta de un banco, predela con una pequeña hornacina donde se coloca una pequeña imagen escultórica de San Antonio de Padua. Sobre la predela un solo cuerpo dividido en tres calles separadas por columnas de fuste liso y capitel corintio. Las calles laterales del Retablo están flanqueadas por guardapolvos. Los colores que dominan en la policromía del Retablo son los azules y rojos. Destacan las decoraciones de formas vegetales y roleos, así como las cabezas de ángeles que custodian a la Virgen, elementos decorativos propios del lenguaje Barroco.
En cada una de las calles en las que divide el Retablo se abre una hornacina que contiene una imagen religiosa: “Nuestra Señora del Buen Suceso” en la hornacina central; la imagen de “San Roque” en la hornacina derecha; y “San José con el Niño Jesús” en la izquierda.
“Nuestra Señora del Buen Suceso” es una imagen de vestir o de candelero. Fue un encargo realizado a Génova por el Párroco José Jaime Naranjo, ya que la antigua imagen que tenía la Iglesia era muy pequeña y estaba en malas condiciones de conservación. En 1791 llegó desde Génova una cabeza y unas manos para formar con ella una imagen de la Virgen. A estos elementos se les añadió un candelero y luego se vistió la imagen. Este hecho nos habla de las relaciones comerciales entre la isla y la ciudad de Génova. Además, quién hizo las gestiones para encargar estos elementos fue un comerciante de origen genovés, Benito Champani.
Las imágenes de “San José con el Niño” y “San Roque” fueron encargadas en un taller madrileño, pero cuando llegaron no fueron del gusto del Párroco al considerar que tenían defectos de ejecución y no cumplir con el encargo inicial. La solución a este problema consistió en que el párroco se las dio a Luján Pérez a fin de que las remodelase. Esta remodelación finalizó el 7 de junio de 1793, según se indica en los libros de Mayordomía, y costó unos cincuenta pesos. El dorado y repolicromado de las piezas fueron obra del maestro Cristóbal Afonso y costaron unos cuarenta pesos donde se incluía el coste de los cinco libros de oro utilizados. El día 1 de agosto de 1793 llegaron las imágenes reformadas por estos maestros a El Carrizal.
Luján Pérez no sólo realizó obras escultóricas en su taller, sino que además remodeló y reformó obras ya existentes para adaptarlas al nuevo gusto de la época, que se alejaba de los excesos del Barroco. Además de estas piezas de Carrizal también reformó la “Virgen de Guadalupe” de Moya. Son obras escultóricas que, sin ser originales de Luján, presentan un estilo artístico que nos recuerda a su producción y nos hablan de la importancia de este escultor entre finales del siglo XVIII e inicios del XIX.