RUTA Torres y miradores

TORRES Y MIRADORES.

Una visión que permite redescubrir el desarrollo de la trama urbana del casco histórico de la ciudad, así como la historia y los valores arquitectónicos de cada una de las torres. 

TORRE DE LA IGLESIA DE SAN FRANCISCO DE BORJA O DE LOS JESUITAS

Construida en 1724-1754, en el proyecto de su arquitectura intervino el padre Juan Vicentelo. Su cúpula constituyó una novedad arquitectónica introducida por los jesuitas en Canarias, siendo su modelo la primera y única cúpula edificada en la ciudad. La portada del templo es una de las más representativas muestras del barroco canario, cuya extraordinaria y singular perfección se aprecia en la insuperable obra de Graciano Gasparini dedicada a la arquitectura canaria y en la monumental obra de Herrera Piqué.

 

TORRE RELOJ DEL CABILDO

Según proyecto de Miguel Martín Fernández de la Torre (1937-1940) tiene el mérito de ser un ejemplo extraordinario de arquitectura racionalista y uno de los principales edificios de este estilo español. Armonía, cubismo y purismo se hermanan con naturalidad a través de dos volúmenes que lo forman, uno horizontal y otro vertical que hace de torre reloj.

 

TORRE DEL PALACETE RODRÍGUEZ QUEGLES

Su fachada ecléctica es un laborioso ejercicio de ordenación y fusión de planos distintos que incluye alguna referencia neo-egipcia. La fachada tiene un marcado eje central, que en el centro está rematado con una torre-mirador.

 

MIRADOR DEL GABINETE LITERARIO

Esta Institución fundada en el año 1844 sería clave en la vida socio-cultural de la ciudad. Su sede fue lo que había sido el teatro Cairasco, que sufriría diversas remodelaciones hasta resultar el original edificio actual, cuya fachada con elementos arquitectónicos neoclásicos y decoración modernista, es obra de los arquitectos Fernando Navarro y Rafael Massanet. El bello mirador que corona esta fachada se debe a Fernando Navarro en 1913 y con buen tino y a modo de ejemplo ha sido restaurado recientemente.

 

TORRE DE LA CATEDRAL

Las obras comenzarían por los pies de las naves y no por la cabecera como era habitual en las primeras catedrales góticas. La fábrica del anhelado templo sufrió diversas paralizaciones y distintos los proyectos concebidos para su finalización (Manuel de Oraá, J. Luján Pérez, etc). Se reanudará por Diego Nicolás Eduardo y Luján Pérez en 1781. Se pretendió conservar hasta el último instante la vieja iglesia de Santa Ana. Hasta el siglo XIX no se concluyó el grandioso edificio con la fachada neoclásica cuyo templete central se debe a Laureano Arroyo.

 

TORRE DE LA AUDIENCIA O DE SAN AGUSTÍN   

Su templo se demolió en 1781, construyéndose uno nuevo en los últimos decenios del siglo XVIII. Sus cimientos se abrieron en 1786 y el edificio se levantó, conforme a los planos trazados por Diego Nicolás Eduardo. La torre primitiva se conserva íntegramente. El primer cuerpo es una arcada; sobre ésta se levantan otros dos, cúbicos y macizos, separados por molduras. Se le superpone el cuerpo de campanas con vanos de arco de medio punto y la remata un capitel. Todo de cantería azul. Se trata de la primera gran torre de la ciudad y por su característico balcón que la rodea es posible girar 360 grados y explicar la historia, contexto y tipologías edificatorias.

 

MIRADOR DE LAS CASAS MARTÍNEZ DE LA VEGA

La casa que diseñada Fernando Navarro, en 1912, para Manuel Martínez de la Vega es una de las torres de carácter doméstico más singulares de la ciudad pues, aunque se hace presente arquitectónicamente como un elemento formalmente aislado de la vivienda, esta percepción es falsa, ya que no se corresponde con la distribución y funcionamiento interior del edificio. Funcionalmente es un mirador sobrepuesto al habitáculo saliente en esquina que forma el salón ya que se accede desde la cubierta tras subir por la escalera de servicio. En la actualidad y tras la ampliación de la vivienda para acoger el Centro de la Obra Social de Acogida y Desarrollo, existe una gran escalera y ascensor el fondo de la parcela que simplifica el ascenso.

 

TEMPLETE DEL RECTORADO

En las dos primeras décadas del siglo XX se empieza a detectar una importante actividad constructiva que introduce novedosas tipologías arquitectónicas en la ciudad, que deja patente el afán burgués por la ostentación. Entre las innovaciones destaca la insistente presencia de las torres-mirador, elementos de cuidada factura y elegante diseño que se convierten en referentes urbanos. Tienen un particular interés los templetes, pabellones de remate de una composición y que sólo cubren un espacio en la azotea. El más relevante de entre ellos es el que levantara Massanet, en 1919, en el edificio de Instituto, actual Rectorado. Tiene una altura de más de 7 metros y se alza sobre otro templete circular de doble altura inscrito en el vestíbulo del edificio. A pesar de no contar con un sistema de comunicación entre el templete inferior, inmerso en el edificio, y el superior, abierto a la manera clásica, la exoticidad de esta primera obra del arquitecto resulta relevante en el contexto temporal en que se produjo. 

 

TORRE DEL CLARET

La iglesia del Corazón de María está integrada en el complejo de edificios que componen el Colegio Claret y forma parte de la primera etapa de su construcción a partir del proyecto que redactara Julián Cirilo Moreno en 1887. Lo que construyera Moreno se circunscribe al colegio, pues la iglesia terminó diseñándola Laureano Arroyo, en 1889, aunque basándose en su composición. La torre fue una aportación de Arroyo y debió emplazarla a la cabecera de la iglesia ante la imposibilidad de hacerlo en fachada para no destruir parcialmente el edificio del colegio. Por esta razón la torre quedó relegada volumétricamente respecto al resto del edificio, pero no respecto a la panorámica del barrio, en el que sobresalía como un gran icono referencial. La decisión de añadir a partir de 1920 sendas naves laterales a la iglesia terminó por integrar el cuerpo basamental de la torre en la masa del templo y, desde entonces, sólo se percibe de ella la parte superior y los dos cuerpos en los que la planta cuadrada se transforma en octógono, para servir de base al chapitel con que se remata.