Teror se desarrolló en el bosque de Aterura, parte de la masa forestal que cubría el norte de la isla, distinguiéndose como centro religioso de Gran Canaria cuando se dio crédito a la aparición de una Virgen María en un pino del bosque. Hacia 1500, Diego Pérez de Villanueva construye la primera ermita dedicada a dicha imagen llegándose a conocer el lugar por el nombre de Santa María de Terore y desde entonces el desarrollo de la comarca estuvo relacionado con la consolidación de la devoción mariana. 

Teror adquiere su mayor protagonismo en las fiestas patronales de septiembre, especialmente en la romería de la tarde del día 7 de este mes, con carretas y fieles que vienen de todos los municipios grancanarios y en representación de otras islas, y en los actos religiosos del día 8. Figura como fiesta principal la procesión mayor y la conmemoración de Las Marías, al domingo siguiente, tradición que forma parte de su patrimonio etnográfico, mientras las Cueveras de Tenoya y La Guanchía dan cuenta del patrimonio arqueológico de la Villa.

Un hecho singular distinguió de manera especial a esta zona de las demás, convirtiéndola en centro religioso de Gran Canaria y uno de los más importantes de las islas, la aparición de una imagen de la Virgen María en un pino del referido bosque de Aterura, lo que se convirtió en el origen de la advocación de la que llegara a ser patrona de Gran Canaria y de la diócesis canariense. Según el relato tradicional, esta aparición estuvo acompañada de distintos prodigios.

La población adquirió cierta importancia como núcleo agrícola durante el siglo XVI, con parrales y otros cultivos de huerta, misma tendencia que en la zona de la Vega, ya que ambas comparten un territorio de medianías. En esta centuria se crea su curato con una relación muy directa con la Catedral, especialmente con el vínculo de las bajadas de la imagen de la Virgen del Pino, las cuales se suceden desde 1607.

En efecto, la imagen de la Virgen del Pino y la especial devoción con la que la distinguió el pueblo grancanario es el rasgo más destacado de Teror en su proceso histórico y en su significación para la isla, como centro religioso y de romerías. El XVIII fue un siglo muy importante en la consolidación de la devoción de la Virgen en Gran Canaria y constituye, además, un momento de particular importancia para la Villa al configurarse en gran medida su zona central. Entre las novedades arquitectónicas destaca la construcción de la torre que a principios de la centuria se había adosado a la iglesia (1708), siguiendo la traza de las torres góticas de la Catedral de Santa Ana, con planta poligonal y rematada en chapitel. Este campanile, construido con la característica cantería amarilla del lugar, subsistió cuando se levantó la nueva fábrica de la parroquial (1760-1767).

La reordenación consistió en la renovación urbanística y arquitectónica del centro de Teror. La nueva iglesia quedará en adelante como fondo del eje visual de la calle principal y el solar del edificio anterior quedó como espacio libre para ampliar la plaza delantera. El proyecto del nuevo templo fue realizado por el coronel Antonio Lorenzo de la Rocha, con líneas de un tímido barroco, aunque con planta tradicional que incorporaba una cúpula y la torre anterior. Hay que señalar que por la especial devoción a la Virgen, presentó la novedad de tener camarín. La nueva plaza se abre delante de la fachada principal de la iglesia y está concebida para acoger a los romeros y las procesiones, con un marcado carácter religioso que se acentúa con la construcción del palacio episcopal en su parte trasera. Otra de las aportaciones fueron las distintas viviendas con balconadas cubiertas que levantaron varias familias en uno de los costados, siguiendo las líneas tradicionales de la arquitectura doméstica canaria.

El siglo XIX se caracteriza por una acentuación del carácter religioso de la Villa, con la ampliación del palacio episcopal de verano (1867), la construcción del Monasterio del Císter (1882-1888), tendencia que continúa en el siglo XX con la llegada de las dominicas y los salesianos. También en el XIX se trazó la Alemada (1845), además de la apertura de algunas calles en la zona del Castañar.

Un paseo por la localidad nos trae el recuerdo de tantos personajes que han pasado por Teror, como el escritor Miguel de Unamuno, quien resaltó la quietud de la tarde en el castañar de Osorio, aire de tranquilidad que aún mantiene el conjunto histórico de la Villa, declarado Bien de Interés Cultural en 1979. El recorrido por el entorno de la Basílica se completa con la Plaza Teresa de Bolívar, diseñada por Néstor Álamo, donde se enfatizan los orígenes terorenses de la esposa del libertador venezolano. Entre los lugares a visitar es obligatoria, en primer lugar, la parada en el interior del santuario, donde se venera la imagen de Nuestra Señora del Pino y se conserva una buena muestra de obras de arte, muchas de ellas exhibidas en el camarín. A la salida se puede visitar el museo de la Casa de los Patronos de la Virgen, instalado en casa Manrique de Lara. 

Con todos sus valores, Teror es uno de los puntos de mayor interés de la isla, por el paisaje donde se emplaza, el rico patrimonio arquitectónico y artístico o las celebraciones festivas y culturales que acoge, entre las que se incluye el concurrido mercadillo dominical.