La Ermita de San Antonio Abad es una construcción del siglo XVIII que ocupa el lugar de una capilla construida en el campamento militar que levantó Juan Rejón en los inicios de la Conquista de la isla de Gran Canaria en 1478. En el presbiterio de la Ermita es donde se sitúa el Retablo Mayor y está en un nivel superior con respecto a la nave para destacar la importancia de esta zona ya que allí se desarrolla la liturgia religiosa.

En el interior de la Ermita de San Antonio Abad se conservan bienes muebles de gran valor histórico y calidad artística que nos permiten tener una imagen clara de cómo eran las ermitas en Canarias en el siglo XVIII. El interior de la Ermita se estructura siguiendo el esquema clásico presente en las Ermitas de esta época, con una única nave rectangular separada del presbiterio por una reja con motivos decorativos vegetales.  

El Retablo Mayor está fechado alrededor del 1757, época en la que se procedió a la reconstrucción de la Ermita a causa de su deterioro. Los retablos son estructuras que surgen de la evolución de la decoración y ennoblecimiento de los primitivos altares. Funcionan como vehículo para el adoctrinamiento religioso, ya que ayudan a transmitir de manera clara y sencilla el mensaje del dogma católico. Su carácter devocional se acentuó tras la Contrarreforma y es en el período Barroco cuando se convierte en un elemento decisivo en la configuración de los espacios religiosos.

Se desconoce el nombre del autor del Retablo Mayor de esta Ermita, aunque en la génesis y construcción de un retablo participan maestros de distintos oficios, como ensambladores, arquitectos, escultores, pintores, doradores, herreros o carpinteros, de los que tampoco existe información. Este Retablo de estructura sencilla consta de sotabanco o predela sobre el que se apoya el Sagrario profusamente decorado con grutescos. Un cuerpo central donde se abren tres hornacinas separadas por estípites, siendo la hornacina central mayor que las laterales. Estas hornacinas están decoradas en su interior con policromías de formas vegetales y flores. Sobre este cuerpo aparece un ático triangular en cuyo remate aparece una pequeña hornacina que alberga una imagen de Cristo Crucificado de autor desconocido. Todo el conjunto está rematado por una cornucopia dorada.

Desde un punto de vista estilístico este Retablo se enmarca dentro del lenguaje Barroco. Esto explica el dominio de las formas curvas, la gran profusión decorativa en toda la superficie del Retablo, tanto en la parte pictórica de la zona del sotabanco o las hornacinas como en los motivos decorativos dorados que enmascaran la estructura del Retablo. Como color de fondo domina la presencia del rojo que, combinado con los dorados, aporta sensación de calidez y riqueza al conjunto.

El Retablo alberga tres piezas escultóricas de gran calidad artística. En la hornacina central se ubica la imagen de vestir o de candelero, Virgen de los Remedios, que es una obra escultórica procedente de la antigua Ermita de los Remedios edificada en 1497. Dicha ermita sobrevivió al ataque del pirata holandés van der Roes en 1599, pero terminó por desaparecer en el siglo XIX. Esta advocación de la Virgen de los Remedios fue divulgada por la Orden de los Trinitarios, pero está muy vinculada a la Orden de los Mercedarios, que eran quienes se preocupaban por los cautivos que generaban los ataques piratas y por quienes se pedían rescates elevados. Es una imagen que ocupa el lugar principal dentro de la ermita, cuando el santo titular es San Antonio Abad, cuya representación escultórica está situada en la hornacina izquierda de este Retablo.

Esta escultura de bulto redondo es una pieza fechada por sus características estilísticas a finales del siglo XVII o inicios del XVIII. Es fácilmente identificable con San Antonio, ya que tradicionalmente se le representa como un anciano anacoreta que lleva un bastón y un cerdito a sus pies.

La imagen de San Juan Nepomuceno ocupa la hornacina derecha del Retablo. Es obra del escultor sevillano Benito de Hita (1714-1784), considerado como uno de los escultores de arte sacro más destacados en el arte andaluz del siglo XVIII. Esta escultura de bulto redondo realizada en madera policromada representa al santo sobre un conjunto de nubes y ataviado con las ropas propias de su cargo de vicario. Fue una obra donada por el presbítero y abogado de los Reales Consejos, Francisco Antonio de Sosa y Montesdeoca. Este santo es canonizado en 1729 y su culto se expandió muy rápidamente, ya que esta obra se fecha alrededor de 1761. Este escultor estableció una relación muy estrecha con Canarias a partir de la llegada en 1752 del Cristo de la Caída, realizada para el Convento franciscano de Santa Cruz de la Palma. Su obra gustó mucho por su plástica de gran elegancia y dejó una importante huella en el arte de las islas, ya que se contabilizan una veintena de obras suyas en diferentes puntos del archipiélago.