A unos 3 kilómetros del núcleo de Fataga, en el margen izquierdo del barranco del mismo nombre, se localiza el poblado aborigen conocido con el topónimo de Caserones. Se trata de un conjunto habitacional conformado por al menos diez casas, si bien no es posible descartar que originariamente estuviera integrado por un número más elevado.
El conjunto, enclavado en una zona de escasa pendiente, presenta viviendas cruciformes con planta circular en la mayoría de los casos, manteniendo en óptimas condiciones de conservación el alzado de sus paredes originarias. Los canarios procedieron a una acomodación de los muros que forman las estructuras a las irregularidades del terreno, incluso recurriendo a la excavación del suelo para lograr este propósito. Ello ha llevado a que sean conocidas como “casas hondas”, término también empleado en la documentación histórica de los siglos XVI y XVII para referirse a las construcciones prehispánicas que aún en esos momentos continúan siendo utilizadas. Los textos históricos de los primeros repartos de tierra tras la Conquista hispana, aluden a la existencia de este tipo de construcciones aborígenes en el lugar hoy ocupado por el núcleo de Fataga.
Junto a las viviendas se encontraron grandes piedras con diversos paneles de grabados rupestres. Estos son de tipología geométrica, siendo la técnica de ejecución más frecuente la incisión. En el llano frente a Caserones se encontró, en 1998, una enorme lápida repleta de petroglifos, que se guarda actualmente en El Museo Canario.