Rostros angelicales desafían, indiferentes, el paso del tiempo. Miradas de mármol custodian ecos de amor, de vanidad o de complicidades nunca probadas; gestos que guardan el rumor de tragedias marinas, de promesas de fe y de creencias no siempre comprendidas.
El cementerio de Vegueta fue declarado Bien de Interés Cultural en el año 2010, por ser uno de los conjuntos patrimoniales de carácter funerario más importantes de Canarias. Como un viejo guardián de la memoria, sus muros encierran doscientos años de historia, y resumen lo que ha sido la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria en los últimos dos siglos: la de los personajes que aquí descansan, la de la ciudad en que crecieron y la de la sociedad que ayudaron a modelar.
Aquí late la historia del poder terrenal, de batallas políticas y conquistas sociales. Pero también, la historia del progreso y de la cultura, a través de quienes agrandaron sus horizontes. En esta empresa, Gran Canaria y su capital fueron tierra fecunda. Lo atestiguan el empeño científico del doctor Chil, las palabras escritas de Tomás Morales, las pinturas de Néstor Martín Fernández de la Torre o la voz prodigiosa de Alfredo Kraus. Son sólo algunos de los nombres que figuran en este libro de piedra. En 2011 el cementerio cumplió sus doscientos años de existencia.
De la intensa interacción entre población local y foránea queda un amplio registro en el cementerio. La galería de panteones y lápidas está escrita con el acento de las más diversas nacionalidades.
Además custodia un legado escultórico y arquitectónico, reflejo del ideario y el pensamiento del Ochocientos. Piezas de inspiración clásica, conviven con una variedad de códigos estéticos entre los que predominan los medievalismos y eclecticismos.
Hay que destacar especialmente las aportaciones de Manuel Ponce León, quien diseñó veintidós obras de carácter privado y público.
Obra de primera magnitud es la escultura de Victorio Macho que preside la tumba del insigne poeta modernista Tomás Morales.