El Complejo defensivo de la Batería de San Juan y Batería de las Mesas de San Juan es un emplazamiento singular que atestigua distintos hechos históricos, de alcance global, que tienen lugar entre finales del siglo XIX y primera mitad del XX. Las baterías, búnkeres, nidos de ametralladoras que se instalaron en toda la isla merecen ser vistos como recursos culturales y, en consecuencia, tutelados para asegurar su debida preservación y disfrute público.

En Gran Canaria las estructuras defensivas contemporáneas son evocativas de un contexto bélico de alcance mundial, en el que el archipiélago también tuvo su particular protagonismo. El complejo defensivo de la Batería de San Juan y Mesas de San Juan es un buen exponente, lo que justifica su importancia histórica y la necesidad de poner en marcha cuantas medidas sean necesarias para asegurar su conservación y protección. La Batería de San Juan y las de las Mesas de San Juan contempla un espacio en el que se concitan instalaciones de dispar naturaleza y distinta cronología distribuidas en un amplio espacio, pero este conjunto defensivo debe ser entendido de forma integral, como un único Bien, pues solo así puede alcanzar su pleno significado histórico.

Las obras de construcción de la Batería de San Juan se iniciaron en el año 1898, finalizándose siete años después. Según recoge la ficha del catálogo arquitectónico (ARQ-226) de Las Palmas de Gran Canaria, “se trata de una extensa instalación en buena parte derruida compuesta por edificaciones con patio y galerías subterráneas, así como por una serie de rampas y plataformas con cuatro casamatas extremas semicilíndricas. Los cuerpos construidos se disponen en una cierta simetría. Los huecos, de dintel recto o curvo, están recercados en cantería, material que vemos sobre los pretiles de cierre de los elementos de la construcción”.

La edificación principal es un edificio compacto formado por diferentes cuerpos, en distintos niveles y articulados entre sí por pasos y las rampas construidas para acceder a la zona artillada. El edificio está precedido por una zona empedrada que da acceso al módulo rectangular de posición más occidental. Ese último tiene una planta rectangular y en su fachada se alternan ventanas y puertas que daban acceso a las diferentes estancias en las que se encontraba compartimentado. Según la documentación disponible en esta zona se localizaría un almacén, el cuerpo de guardia, la enfermería, dormitorio de tropa y el de oficiales, así como una cocina y el comedor en su extremo más meridional. De todo el inmueble es el que presenta peores condiciones de conservación, ya que ha perdido la cubierta, han desaparecido buena parte de los tabiques interiores y se encuentran deteriorados algunos de los cantos de toba de los muros principales.

De los dos extremos de este primer cuerpo edificado parten sendas rampas que desembocan en un adarve de servicio, a través de los cuales se llega al cuerpo principal del edificio (salvando la zona para la artillería). Este ámbito se articula en torno a un módulo principal instalado en un área excavada en la ladera y al que se accede a través de un amplio patio por una puerta flanqueada por dos ventanas. Todos los vanos están recercados por cantería y rematados por arco escarzano. A través de esta puerta se da paso a un espacio subterráneo, organizado en distintas estancias, buena parte de las cuales tienen una cubierta abovedada. El espacio principal, el de mayores dimensiones y que ocupa un lugar central, se destinaría a almacén de pólvora, mientras que los que le rodean, conectados entre sí por una galería que rodea el polvorín, serían talleres.

Al sur de este módulo se localiza otro de planta rectangular compartimento en pequeñas estancias de unos 9 metros cuadrados y cubierta abovedada, cada una de las cuales tiene una puerta enmarcada en cantería y rematada con arco escarzano. Todas ellas dan a una zona común cubierta por la rampa que lleva al nivel superior y que fueron empleadas para el almacén y la gestión de repuestos. Al norte, existe otro módulo también rectangular semejante al descrito, pero con una distribución de espacios algo diferente, pues las habitaciones tienen dimensiones distintas. Como en el caso anterior, están precedidas por un patio rectangular y fueron también empleadas para el acopio de repuestos.

El área que ocupa la cota más elevada del conjunto es la zona destinada a la instalación del armamento. A ella se accede a través de rampas, delimitadas por muros de cantos rematados con cantería azul. En la explanada superior se observan los cuatro pozos o explanadas de artillería, donde se conservan los elementos destinados a la fijación de las piezas artilleras en el suelo.

En el extremo sur del inmueble, los planos sitúan dos explanadas cercadas de planta circular que en la actualidad resultan prácticamente irreconocibles, muy posiblemente a causa de las modificaciones de que ha sido objeto el emplazamiento. La batería de San Juan estuvo artillada con cuatro O.H.S. de 210 mm Ordóñez, modelo 1891. Las mismas piezas siguieron artillando San Juan hasta después de la Guerra Civil española, si bien en 1941 la batería queda en situación de “aparcada” como consecuencia de los problemas detectados y la falta de personal que garantizara su adecuado funcionamiento. De hecho, se atribuye a la escasa eficacia de la Batería de San Juan que, en el año 1941, a escasos 250 metros en dirección sur, se estuviera artillando la batería de Las Mesas de San Juan.

A finales de los años 50 del siglo XX la Batería de San Juan fue finalmente desartillada, aunque las instalaciones y locales se siguieron utilizando como almacenes militares durante algunas décadas más. En la actualidad no tienen uso alguno y presentan un estado de conservación desigual, pero sin problemas estructurales aparentes.