La montaña y laderas de Riquiánez conforman un conjunto de bienes etnográficos de primer orden con estanques de barro, hornos de teja o eras, entre otros.
Los estanques de barro, visibles desde la carretera, están por toda la falda de la montaña. Son embalses hechos con amplios muros de arcillas y sedimentos muy impermeables formando un barro conocido en Arucas como masapés. Embutidos en las depresiones del terreno pueden presentar tanto una planta oval como cuadrangular.
Otro conjunto de bienes etnográficos de alto valor son los 7 hornos de teja y ladrillo esparcidos por el lomo de Riquiánez. Hay un conjunto principal de 3 unidades muy próximas entre sí, situadas en la parte más alta. La situación de tantos hornos en este lomo se debe a su riqueza en agua, arcilla (tierra teja) y leña, entre otros. También fueron abundantes en otras zonas del norte de Gran Canaria, como en Moya, Teror o El Palmital de Guía.
Del primer conjunto de tres hornos, el más importante está situado en la parte más elevada, a 460 metros de altitud. Es el de mayores dimensiones, el mejor conservado y lleva el nombre de El Horno de Riquiánez, activo entre finales del siglo XVIII y principios del XX. Presenta una estructura cilíndrica, de 6 metros de altura por 5,50 metros de diámetro máximo, embutida en la ladera, con una boca inferior por donde se introduce la leña para la combustión en el módulo de abajo u hornilla, y una puerta que da al módulo superior, donde se colocan las tejas y ladrillos para la cocción a cielo abierto. Podría tener una capacidad de 10 a 12 mil tejas por hornada.