El pago de Fataga está comprendido por un conjunto de viviendas de pequeñas dimensiones en edificios de una y dos plantas, de disposición irregular, producto de la adaptación a la orografía y construidas a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Predomina la arquitectura tradicional, de la que hay muchos ejemplos en la zona.
En la plaza, a la entrada del conjunto urbano, se levanta la ermita de San José, finalizada en 1896. Ya en el barranco de Fataga se encuentra uno de los acueductos mejor conservados de la isla y, cerca de él, dos molinos de agua: el de Gurieta o de Abajo y el de Cazorla o de Arriba.
En calles como La Montañeta, Los Díaz, Los Reyes, Néstor Álamo o Fataga se disponen las crujías de una o dos alturas, con cubiertas de tejas que van desde dos a cuatro aguas, construidas con estructuras de madera de par e hilera sobre muros de mampostería. Los huecos son casi siempre regulares y suelen enmarcarse en cantería. En la calle María del Pilar hay dos ejemplos destacados de esta arquitectura tradicional (los números 2 y 27), con volúmenes de dos alturas, cubiertas a dos y cuatro aguas y fachadas de huecos regulares y balcón.
La ermita de San José es una sencilla nave con estructura de par e hilera y ochavada que sostiene una cubierta a cuatro aguas, con un pequeño cuerpo de sacristía adosado y cubierta a tres aguas. Tiene una fachada simple enmarcada por pilastras, en la que abre un gran hueco con arco de medio punto formado por pilastras, capiteles y dovelas de cantería, que se corona con un hastial.
El acueducto tiene estructura de canal sobre muros y soportes y los característicos arcos de descarga de sillares, técnicas propias de finales del siglo XIX. Destacan en sus cercanías dos molinos de agua: el de Gurieta o de Abajo, construido por Sebastián Cazorla en la segunda mitad del siglo XIX, excavándolo en parte en la sólida roca; y el de Cazorla o de Arriba, con un alto cubo de doce metros, además del canal, el molino, la casa y el almacén, según trabajos de Bernardo Cazorla hacia 1880.