La zona más rica de la isla en caliches son los promontorios costeros de Gando y Arinaga, donde se instalaron, en el pasado, pequeñas industrias artesanales para la extracción y la quema de la cal.
Los caliches de Arinaga fueron intensamente explotados. Durante el proceso se extraía la piedra de cal, la cual, una vez en el puerto, era embarcada en veleros que zarpaban hacia otras zonas de Gran Canaria y las islas occidentales. En los puntos de desembarco solía haber hornos de calcinación que producían la cal viva. También existía en Arinaga una docena de hornos, cuya producción se transportaba a lomos de animales para ser comercializada por todo el sur.
En los hornos de cal de Arinaga podemos encontrar paneles de información histórica, técnica y cultural diversa, así como enseres relacionados con esta actividad industrial extractiva, que marcó un importante hito en la historia de la construcción en Canarias.
En 1847 trabajaban en Arinaga nueve caleros, pero la gran expansión económica de principios del siglo XX, hasta que se construyó la primera planta de cemento en Arguineguín, demandó mucha cal para puertos, carreteras y, en general, obras hidráulicas, agrícolas y urbanas, con lo que se desarrolló aún más esta industria local. Así, la mayor parte de la cal que producía Gran Canaria hacia 1952 procedía de Arinaga, donde trabajaban decenas de obreros.
Esta gran producción de cal en Arinaga estaba relacionada con la construcción de hornos de mayores dimensiones para la quema o producción continua, como los que aún se conservan restaurados al final de la avenida de la Playa de Arinaga y en la zona de El Risco Verde. Se trata de hornos de grandes dimensiones donde trabajaban muchos caleros a todas horas, de día y de noche. El bien se compone de varias estructuras de hormigón, sillería y piedra, además de hornos de una boca en la parte superior; por ellos se introducía la piedra de cal para la combustión, alcanzando esta temperaturas superiores a los 7000 grados centígrados.