Al lado sur de la playa de la Aldea encontramos un entramado de elementos prehistóricos, históricos y etnográficos del mayor interés. Allí, junto al Roque, casi lindando con la orilla del mar, se localiza una pequeña cueva donde la tradición sitúa una ermita fundada por franciscanos mallorquines en el siglo XIV, de donde surgiría luego el nombre de la aldea de San Nicolás.
Se trata, posiblemente, del primer asentamiento europeo en Canarias, del que tenemos noticia, y su fundación puede ser datada sobre 1340, aproximadamente.
Muy cerca hallamos el final del cauce del barranco, en el que se ha formado un Charco de aguas salobres rodeado de tarajales, cañas, juncos y otras plantas propias de estas charcas de transición. Existen varias de este tipo en otras desembocaduras de barrancos de la isla (Maspalomas, Arguineguín, etc.) pero en ninguna de ellas, salvo aquí, se sigue celebrando el ritual aborigen de pesca colectiva.
Efectivamente, el 11 de septiembre de cada año, gente venida de toda la isla celebra un antiquísimo remedo de pesca comunal que consiste en meterse vestido en las limosas aguas del charco a intentar coger con las manos algún escurridizo ejemplar de lisa, una tradición tan divertida como auténtica que nos conecta con las antiguas prácticas pesqueras narradas por los cronistas.