Es una de las heredades de aguas más antigua e importante de Canarias, con un interesante fondo documental no sólo de temas históricos-administrativos sino desde el punto de vista social y etnográfico, para reconstruir infraestructuras hidráulicas, gestión y usos tradicionales del agua, toponimia antigua, etcétera. Y, además, mantiene un importante patrimonio hidráulico histórico y diferentes aspectos de la cultura del agua.
Nació, como todas las antiguas heredades, en el marco de los primeros repartimientos de tierras y aguas, tras la Conquista, donde un concejo de vecinos y regantes regulaba la distribución de las aguas que venían desde la cumbre para irrigar las tierras de La Vega Mayor. Tras la redacción de las Ordenanzas del Consejo de Gran Canaria, en 1531, donde se institucionalizó la figura de los alcaldes de aguas y sus funciones, se debió regular este heredamiento de Telde. Y a mediados del siglo XVI ya constan documentos referidos al estanque y al repartidor de agua del Concejo de esta ciudad (el ranchero).
A lo largo de los siglos siguientes, la Heredad se rigió por normas consuetudinarias enmarcadas dentro de las referidas ordenanzas municipales del Cabildo. Al frente se hallaba el Alcalde de Aguas, cargo sustituido tras las reformas liberales de 1838 por el Alcalde Constitucional, que cumplía los acuerdos que por mayoría designaban los herederos. A raíz de las leyes de aguas de 1866 y 1879, y el Código Civil de 1889, la Heredad se transforma, como las demás, en Comunidad de Regantes de la Vega Mayor de Telde, lo que le da una nueva estructura administrativa.
El caudal de la gruesa de las aguas de esta heredad lo formaban las aguas manantes y pluviales que nacían en la parte alta de la cuenca, en el municipio de Valsequillo, lo que ocasionó eternos conflictos que influyeron en la segregación de esta jurisdicción, a principios del siglo XIX. A estas aguas se iban sumando otras fuentes y minas que barranco abajo llegaban hasta La Vega Mayor; aguas que movían doce molinos harineros. Los restantes bienes etnográficos y patrimoniales de la Heredad, como aún se la conoce, son la Casa de la Heredad junto al Estanque de El Conde, en San Juan; La Acequia Real, unas 25 cantoneras, entre las que destacan el conjunto de cantoneras del reparto en San Juan, justo al lado de la sede, que lleva 13 unidades; y la cantonera de Los Picachos, que se halla dentro de un macroconjunto de repartidores y canalizaciones de otras propiedades de alto valor etnográfico.