En las cotas más elevadas de la Montaña de Agüimes, entre Agüimes y el Carrizal de Ingenio, se encuentra ubicado uno de los enclaves más significativos de este entorno, conocido como Morros de Ávila. Dentro de este conjunto destacan dos cuevas artificiales de grandes proporciones. La primera está dividida en dos estancias que conservan en sus paredes restos de pinturas, formando una especie de friso de motivos triangulares en blanco sobre un fondo de rojo almagre. En la segunda cueva, de una sola habitación, también se conservan restos de pintura.
Las cuevas se emplazan en el sitio conocido como Morros de Ávila o Morro Grande. En la actualidad, el núcleo sólo conserva dos de las cavidades que formaron parte de este emplazamiento, aunque se observan los restos de una tercera que desapareció, fruto de la explotación de la toba roja como cantera de sillares para la construcción de la Iglesia de Ingenio. Estas cavidades evidencian de manera muy clara las labores de adecuación a que fueron sometidas para su conversión en un espacio habitacional, destacando la incorporación de una alacena excavada en la roca, así como la distribución de puertas y ventanas para la comunicación, convenientemente acondicionadas con un sistema de cierre, entre otras intervenciones.
Ambas cavidades destacan por conservar restos de pintura en su interior, que decoran sus paredes combinando el rojo y el blanco. Así, en la cueva de mayores dimensiones, dividida en dos estancias, se puede observar una composición claramente definida por un friso con motivos triangulares blancos sobre fondo rojo. En la segunda, integrada por una sola cámara, las paredes conservan restos de pintura que se disponen en dos franjas horizontales también a modo de friso que las recorre en su totalidad. Estas cavidades han sido utilizadas hasta fechas muy recientes como lugar para guardar el ganado.
La estación de grabados rupestres se emplaza en el lugar conocido como Morro del Cuervo o Morro Chico, también en la cima de la montaña de Agüimes, siendo la unidad de acogida un afloramiento rocoso que destaca en el paisaje. En esta estación se han identificado seis paneles de grabados, cuya técnica de ejecución es el picado continuo y abrasión. Las representaciones más frecuentes son las figuraciones humanas, entre las que destaca el popularmente conocido como “Hombre de Guayadeque”, que corresponde a un grabado antropomorfo de grandes dimensiones. Además, se constatan otras representaciones geométricas, principalmente incisiones lineales, que en parte pudieran tener un origen prehispánico, pero entre las que también se encuentran grabados más recientes. Asimismo, se observan numerosos grafitis de antropónimos modernos que se superponen a los aborígenes.