Las minas son una especie de trincheras cubiertas que atraviesan diagonalmente los barrancos para captar sus aguas subálveas. Por tanto, tienen un trayecto subterráneo de filtración bajo el barranco que, por tramos, si la mina es larga, lleva unos respiraderos o campanas, y una acequia de evacuación del agua que la conduce hasta el estanque regulador.
En los cinco kilómetros comprendidos entre el Puente de los Siete Ojos y la desembocadura del barranco Real, se hallan las cuatro minas más antiguas de Canarias, de los siglos XVI y XVII.
De abajo hacia arriba están las minas de La Pardilla, El Acebuche, Zamora y El Alcaravanal o de El Cascajo, sólo visibles por sus campanas. Cerca de la ciudad se encuentran las minas de La Fuente y de La Placetilla. Más al Norte están las de La Matanza y la de Balboa o El Cortijo de San Ignacio, esta última construida por los jesuitas en el siglo XVII, pese a los problemas posteriores con los propietarios de las minas de abajo, cuya acequia llegaba hasta un estanque situado por debajo de El Puente.
Hacia el interior de la cuenca se hallaban otras más: una por el barranco de Las Goteras, La Mina de Higuera Canaria; la siguiente, aguas arriba del Barranco Real, conocida como La Mina del Mayorazgo, a las que se unen las dos del barranco de El Valle de Los Nueve, la de La Nuecilla y la trazada en el barranco de Cáceres.