Fue a finales del siglo XIX cuando las casas comerciales inglesas organizaron esta artesanía textil de acuerdo con el modelo maderiense, exportando la producción al mercado europeo, y la convirtieron en una pequeña industria de ámbito doméstico, desarrollada exclusivamente por mujeres.
El calado presenta modelos diferentes en estructura y en nombres, dependiendo de cada zona (en hebra, galleta, malla, etc.) y se emplea en diferentes piezas de la vestimenta tradicional, así como en manteles y paños, juegos de cama, etcétera. Se trabaja sobre tela de hilo o de batista, y se emplea hilo de algodón para crear los diversos motivos calados.
Los pasos que se siguen en su elaboración se inician con el marcado de los dibujos de la tela. Le sigue el presillar los bordes de lo marcado para después deshilar. La tela marcada y deshilada se coloca en el telar y se inicia el proceso de calado, que es el trabajo principal y mediante el cual se dan las formas artísticas. Una vez concluido hay que lavar la tela, se recortan los bordes y finalmente se plancha.
Los pueblos con más arraigo en calados son Ingenio y Agüimes, aunque también Gáldar, Moya y San Bartolomé de Tirajana mantienen esta tradición, entre otros. Actualmente se imparten en Gran Canaria clases diarias de calado en cuatro escuelas taller regidas por la FEDAC, en Ingenio, Tunte, Moya y Gáldar.