Los estanques-cueva son unas de las arquitecturas hidráulicas más curiosas de Canarias, originadas en la cultura troglodita insular. Se trata de pequeños y medianos estanques excavados en la roca, donde se almacena el agua de los manantiales de las zonas montañosas, sobre todo en las medianías de Gran Canaria, donde se cuentan más de 300 estanques de este tipo.
Estas estructuras hidráulicas presentan, en algunos casos, volúmenes y colores de encanto, sobre todo cuando están abiertos en toba volcánica de cromatismos diferentes (ocres, rojos-violáceos, grises, etc.) que contrastan con las aguas y sus elementos vivos (musgos, culantrillos, hierbas, berrazas, etc.), aún más cuando disponen de varias cuevas entrelazadas.
De las 55 unidades que hay en La Vega Alta, 17 están en Aríñez, 9 en Las Lagunetas y 7 en cada uno de los lugares de La Lechuza y la Lechucilla. Destaca el Estanque de La Cueva del Cura, en Las Lagunetas (Las Siberias), que dispone de tres pilares; el del barranco de La Higuera, La Lechucilla, propiedad de los herederos de don Agustín de La Nuez y que lleva en su interior dos compartimientos; y el situado frente al Colegio Público de La Lechuza, en el barranco de La Fuente, que contiene cinco huecos imbricados. Los situados entre La Yedra y Aríñez son totalmente de sombra y disponen de una estrecha boca que se abre hacia el interior.
Asimismo, los 15 estanques-cueva de Santa Brígida se reparten por la Angostura, Pino Santo y la Atalaya, a los que se unen los que se encuentran en La Matula-Guiniguada, ya en el municipio de Las Palmas de Gran Canaria, de amplias dimensiones y a cielo abierto, que conectan con cuatro grandes cavidades.