Si hace poco hablábamos de los orígenes y la historia de las Fiestas del Pino, ahora le toca el turno a la Fiesta del Charco, que tiene lugar sólo unos días después.
En la desembocadura del barranco de La Aldea se forma un gran humedal costero en un interesante ecosistema con un bosque de tarajales. Aquí, cada 11 de septiembre, dentro de las fiestas patronales en honor a San Nicolás de Tolentino, se celebra la Fiesta del Charco. Su origen está en la ancestral costumbre de embarbascar en los charcos costeros para pescar los peces con facilidad, una vez narcotizados.
Se caracteriza por una gran manifestación de alegría, liberación y catarsis de todo el pueblo alrededor de este gran charco que, por sus valores patrimoniales, fue declarado declarado BIC. A un lado está el yacimiento arqueológico de Los Caserones y, a otro, El Alambique, antigua destilería de ron (1936-1959) y la Cueva de El Roque, una oquedad junto al mar donde probablemente los mallorquines, a mediados del siglo XIV, erigieron una ermita en honor a San Nicolás de Tolentino, además de otros valores patrimoniales.
En 1766, el Obispo Delgado y Venegas intentó controlar la embarbascada imponiendo penas que llegaban hasta la propia excomunión, alegando el «desorden que siempre ha habido en este lugar cuando se celebra la embarbasca o Fiesta del Charco (…) echándose en él y mezclándose hombres y mujeres casi desnudos (…) pecando mortalmente en tal depravada diversión (…)». Pese a ello, la fiesta continuó celebrándose con la misma alegría que la caracterizaba, según nos lo cuenta Víctor Grau-Bassas en 1887, quien dejó valiosos dibujos de escenas de la misma.
Medio siglo después, continuaba centrándose en la pesca, sobre todo de la lisa, con el tradicional jolgorio de la gente. Luego comenzó a regularse, al prohibirse el uso de redes y cañas y con el establecimiento de una delimitación de su espacio mediante una raya blanca perimetral.