Esta escultura de bulto redondo tallada en madera y policromada al óleo representa la figura de San Vicente Ferrer. Forma parte del patrimonio histórico y artístico de la Iglesia de San Vicente Ferrer de Valleseco y se ubica en el Retablo Mayor que preside el presbiterio de la ermita. De autor desconocido, está fechada en la primera mitad del siglo XVIII.
La imagen de San Vicente Ferrer, de gran devoción popular, procedía de la Ermita de Nuestra Señora de las Nieves de El Palmar donde recibía culto desde 1728. Entre 1736 y 1746 estuvo al culto popular en la Basílica del Pino en Teror hasta que pasó a la ermita de Valleseco. Existe la posibilidad de que la imagen procediese originalmente del Convento Dominico de San Juan de Ortega, establecido en Firgas desde 1613. Este Convento fue el punto de partida para la evangelización de esta zona.
La Iglesia de San Vicente Ferrer de Valleseco se sitúa en el antiguo emplazamiento de la primitiva ermita consagrada a este santo. Tras conseguir la independencia parroquial con respecto a la Basílica de Nuestra Señora del Pino, en 1846 se inicia la construcción de esta nueva iglesia cuyas obras finalizaron en 1898.
La imagen de San Vicente Ferrer es una representación escultórica en la que el santo lleva la vestimenta propia de la orden a la que pertenecía, Orden Dominica, es decir el hábito blanco y negro símbolo de pureza y austeridad. Pese a ser el santo titular, el lugar preeminente en el Retablo Mayor lo ocupa la imagen de vestir o de candelero que representa a la Virgen de la Encarnación. Este Retablo de estilo ecléctico y policromado en blanco y dorado es obra de Manuel Pérez y Juan Leandro Pérez.
La escultura aparece en pie sobre una peana en forma de nube y su rostro gira hacia el cielo en actitud de rogar a Dios. Como atributos genéricos lleva un rosario en la mano derecha y un crucificado en la mano izquierda. San Vicente Ferrer se distinguió por su valía como predicador. La unidad de la Iglesia fue el centro de su apostolado. Llevó a cabo la conversión de los cátaros y los valdenses e intentó poner fin a la Guerra de los Cien años.
Esta obra escultórica es una pieza de carácter procesional que a lo largo de su historia material ha sido objeto de varias intervenciones que han alterado su policromía y sus dimensiones reales. La primera intervención es del año 1855, llevada a cabo por el escultor Silvestre Bello, discípulo de Luján Pérez, 30 años más tarde será modificada por Arsenio de las Casas, en 1923 Agustín Navarro cambiará sus dimensiones originales y en 1970 se llevará al Obispado para una última intervención.