La obra pictórica Virgen de la Antigua es un óleo sobre lienzo que forma parte del patrimonio artístico y religioso de la Ermita de San Juan Bautista de Las Palmas de Gran Canaria. La fundación de esta Ermita está relacionada con los cambios socioeconómicos y urbanísticos que van a producirse en la ciudad en la primera mitad del siglo XVII.
Tras el incendio de la ciudad en 1599 a causa del ataque pirata del holandés Pieter van der Does se inicia una etapa marcada por la expansión urbana hacia la zona de los márgenes del Guiniguada. Desde inicios del siglo XVII está documentado el poblamiento de los Riscos, que eran asentamientos marginales poblados por familias de origen humilde que buscaban mejorar sus condiciones de vida y cierta protección frente a los ataques piratas. Se levantaron ermitas por diferentes puntos de los riscos con advocaciones como San Nicolás, San Roque o San José para cubrir las necesidades religiosas de la población allí asentada.
La Ermita de San Juan Bautista fue construida por el canónigo Juan González Boza, alrededor de 1672. Diez años antes, en 1662, había solicitado al Cabildo Catedral la construcción de una ermita donde colocar una imagen de San Juan Bautista y otra que representase la advocación de la Virgen de la Antigua, devociones que todavía hoy en día se mantienen en su interior.
Este cuadro forma parte del Retablo de factura barroca dedicado a la advocación de la Virgen de la Antigua. Está situado en el presbiterio de la Ermita, donde también se ubican las esculturas de San José en la hornacina derecha y San Juan Bautista, titular de la Ermita, en la de la izquierda. El lienzo, enmarcado por un marco dorado de gran riqueza decorativa, se encaja en el centro del Retablo ocupando el lugar más importante dentro de su composición. Esta obra está firmada y fechada en el reverso por el pintor Pedro Camprobín (1605-1674) en el año 1650, pero no es propiedad del canónigo González Boza hasta 1662. Esta pintura pudo llegar a Gran Canaria en alguno de sus desplazamientos a Sevilla, donde había estudiado, o bien mediante encargo a través de algún intermediario, práctica muy habitual en la época.
Pedro Camprobín es un pintor destacado en el ámbito del barroco andaluz. Desarrolló su actividad profesional en Sevilla y se le considera a la altura de pintores tales como Roelas o Alonso Cano. Seguidor de Zurbarán y miembro fundador de la Academia de Pintura, es muy conocido por su producción de naturalezas muertas, como bodegones y flores, por lo que esta obra destaca por alejarse mucho de su repertorio habitual.
En esta pintura se representa a la Virgen de pie, ataviada con una túnica y un manto que le cubre la cabeza. En su mano derecha lleva una pequeña rosa como símbolo de pureza mientras sostiene en su brazo izquierdo al Niño Jesús, que lleva un pajarito como posible alusión al momento de su Presentación en el Templo. Dos ángeles sostienen una corona sobre su cabeza, mientras un tercer ángel despliega una filactelia con la inscripción “Ave María”. La escena aparece sobre un fondo dorado centrado por un arco de medio punto. Es una representación con aire orientalizante, muy diferente a otras representaciones con esta advocación presentes en Canarias.