Gran Canaria presenta una singular densidad de pozos, algunos muy profundos, con dos o tres centenares de metros. En Arucas se contabilizaban 140 unidades con motores y bombas muy antiguas de elevación de aguas, joyas de la arqueología industrial con buena parte de sus pozos forrados con cantería azul y de alto valor artístico y etnográfico.
Uno de ellos es El Pozo del Pino, que está prácticamente en el casco urbano de la ciudad, junto al puente de la carretera de Visvique a Teror. Conserva intacto un sistema de extracción de aguas subterráneas con más de un siglo de antigüedad. El Pozo tiene algo más de 36 metros de profundidad, con una planta circular de 2,5 metros diámetro forrado en cantería azul. Capta todas las aguas de un subsuelo volcánico poroso, gracias a una red de 8 galerías que desde el fondo avanzan en varias direcciones con una longitud total de 2.450 metros. Otro ingenio hidráulico es la recogida, por la propia gravedad, de las aguas pluviales del barranco, mediante un sistema de aljibes y filtros, con una tubería de sifón.
Aunque deteriorada, la sala de máquinas es un auténtico museo industrial. Se conserva intacta, sin embargo, la carbonera, el gasógeno y el sistema de tanques para almacenar y distribuir el gasoil por gravedad. Se mantienen, además, todos los bienes de equipo de mecánica y taller (fragua, taladros, herramientas, etc.). pues era una unidad de producción muy capitalizada por las inversiones realizadas por su primer propietario, Pedro Hernández, que conformó una sala de máquinas modélica en Canarias, con lo que estamos ante un excepcional patrimonio etnográfico-industrial.