Se trata de una obra inacabada de la serie "Cenobio de Valerón" fechada en 1967, recuperada en un laboratorio del Museo y Parque Arqueológico Cueva Pintada.
Este trabajo, según indicó César Ubierna, director del museo que custodia y difunde la obra del artista norteño, “permitió ahondar en el conocimiento sobre las técnicas pictóricas y los materiales que utilizaba el artista en sus últimas composiciones”. La obra muestra la evolución de un pintor que “sacrifica elementos como la perspectiva para experimentar con otros elementos clave de su producción, las texturas y el uso de multitud de materiales”.
Según explicó Patricia Prieto, restauradora de la Cueva Pintada, este ‘tablé’ presenta “un levantamiento de la capa pictórica, incluida la capa de preparación. Esto da lugar a tensiones que han provocado grietas, bolsas y pérdidas totales de pintura, originado principalmente por las oscilaciones de temperatura que afecta de manera determinante al soporte de madera y a la misma composición pictórica”. Añade César Ubierna, la figura de Padrón es clave para entender la influencia de lo aborigen en otros pintores canarios contemporáneos. “Antonio Padrón fue un atento observador de las costumbres y tradiciones populares y propugnó por la revalorización artística de las diversas manifestaciones del arte autóctono”.
Es por ello que la cueva y su vinculación con el universo prehispánico insular fue una constante en su obra. “Supo indagar en las raíces del indigenismo para crear un estilo propio basado en el arte primitivo”, lo que, según Ubierna, supone un nexo de Padrón con las vanguardias que exploraron otros artes primigenios en lugares tan distantes como Australia o el África Subsahariana.