El Retablo Mayor de la Basílica del Pino es uno de los ejemplos más representativos del Rococó en Gran Canaria. Este retablo fue costeado y patrocinado por Don Francisco de Carvajal y Doña Bernarda Manuela Matos, que eran los patronos de la Capilla de los Carvajal en esta Iglesia.
El hecho de que este Retablo, así como los retablos de las capillas colaterales y los de los lados del crucero, se realizasen siguiendo el gusto rococó se debe a que la Basílica sufrió en 1718 un incendio que la dejó en ruinas. Volvió a inaugurarse en 1767 con los cinco retablos tallados en madera y dorados. Se cree que este Retablo es obra de José de San Guillermo o de Quesada.
El término “retablo” deriva del latín “retaulus”, formado por “retro”, que significa atrás, y “tabula”, que significa tabla. Los retablos son estructuras arquitectónicas que surgen de la evolución de la decoración y ennoblecimiento de los primitivos altares donde se veneraban a las imágenes. Pueden ser realizados en diferentes materiales, como madera, piedra o mármol. Combinan en su interior piezas pictóricas y escultóricas y cubren los muros de los altares o de las capillas de diferentes advocaciones que aparecen en las iglesias o ermitas.
El retablo es considerado una síntesis de diferentes manifestaciones artísticas que funcionaron como vehículos de adoctrinamiento religioso. Su carácter devocional se acentuó tras la Contrarreforma y es en el período Barroco cuando se convierte en un elemento decisivo en la configuración de los espacios religiosos. Los Retablos Mayores se colocan en la zona del presbiterio y cobijan en su interior la imagen del Santo o de la Virgen titular de la Iglesia. Este Retablo Mayor se ajusta perfectamente al testero de la Capilla Mayor. Su traza se define por un solo cuerpo con dos estrechos paños laterales y un ático. No hay casi banco ya que la mitad inferior de la calle central está ocupada tras el altar y el Sagrario por un gran nicho paralelo al Camarín de la Virgen del Pino.
El cuerpo del Retablo se estructura con cuatro columnas que se elevan sobre grandes pilastras. Estas columnas se curvan hacia el interior aportando un gran dinamismo a su estructura. Este tipo de torcedura de los soportes se observa en Perú hacia finales del Barroco. En las franjas laterales aparecen dos óvalos con relieves de temática mariana, “Santa Ana aleccionando a María Niña” y “La Visitación de María a su prima Santa Isabel”.
Sobre la cornisa de la pieza y ambos lados del Ático se observan dos esculturas de casi bulto redondo, ya que están huecas y sin tallar en la parte trasera para acoplarse al Retablo. Representan dos figuras masculinas, “San José con el Niño Jesús” y “San Joaquín con la Virgen Niña”. Son dos piezas traídas desde Génova por Estanislao De Lugo Viña tesorero de la Catedral de Canarias, quien además fue el responsable de las cuentas de la construcción de la nueva Iglesia tras el incendio.
La zona del ático aparece profusamente decorada con motivos florales y retorcidas rocallas, propias del lenguaje rococó. En el centro aparece un relieve con la representación de la Virgen del Pino en el momento de su aparición. Bajo el ático se abre la boca del camarín que ofrece la visión de la imagen de la Virgen presidiendo este Retablo y la Basílica.
El repertorio ornamental de este Retablo de traza curvilínea, con rocallas, formas vegetales o las molduras acaracoladas, se ve acentuado por el uso del dorado en toda la decoración. Todos estos elementos convierten al Retablo Mayor de la Basílica del Pino en un ejemplo claro del lenguaje rococó en Gran Canaria.