El Retablo Mayor de la Ermita de San Telmo cubre el testero del Presbiterio, lugar destacado dentro de los espacios religiosos, ya que allí se desarrolla la liturgia y es un espacio reservado al clero. Es un retablo de estilo rococó fechado en 1766. Se desconoce la autoría de este Retablo realizado en madera con decoración pictórica al óleo y una gran profusión decorativa a base de dorados, que aportan sensación de riqueza y brillo al conjunto.

La primera Ermita de San Pedro González Telmo se fundó en el siglo XVI en las afueras de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria dentro de la muralla de Triana cerca de las Ermitas de San Sebastián y la de Nuestra Señora de las Angustias. Su nombre se debe al santo dominico Pedro González Telmo. La devoción por este santo patrón de los navegantes la trajeron al archipiélago navegantes gallegos, portugueses y andaluces.

El incendio de la ciudad a manos de la Armada de Pieter van der Roes significó la quema y destrucción de numerosas ermitas e Iglesias como es el caso de la de San Pedro González Telmo. Su reconstrucción se llevó a cabo en el siglo XVII gracias a las aportaciones económicas de la Confraternidad de Mareantes de San Pedro González Telmo. Las cofradías eran asociaciones profesionales, económicas y religiosas que miraban por el bien físico y espiritual de sus cofrades. Unidos alrededor de una profesión común y una advocación religiosa colaboraban en la construcción y mantenimiento de ermitas y fiestas de su Patrón.

El Retablo Mayor de esta ermita consta de predela, dos cuerpos separados por un doble entablamento y un ático en forma de penacho como remate del conjunto. En el primer cuerpo se abre una hornacina de cúpula gallonada donde se ubica en la actualidad la imagen de la Inmaculada Concepción, obra del escultor, pintor y retablista barroco Pedro Duque Cornejo (1677-1757), discípulo de Pedro Roldán. A ambos lados de esta hornacina se observan dos lienzos con temática religiosa, San Miguel y San Rafael, mientras que en el segundo cuerpo se representa en un óleo sobre lienzo la imagen de un Cristo Crucificado. En la parte superior, en el interior de un penacho, se representa la imagen del Dios Padre con los brazos abiertos.

Es un retablo de estilo rococó en el que domina la profusión decorativa marcada por la presencia de formas refinadas y muy dinámicas en las que destaca el uso de la rocalla. Este elemento propio del estilo rococó es una decoración de tipo rústico a base de imitar fragmentos de rocas, plantas o conchas. De esta manera se evitan las formas geométricas y se tiende al predominio de las curvas y contracurvas que se enlazan cubriendo todo el paramento; además de la presencia de la rocalla como elemento decorativo se observa el uso de columnas salomónicas. Todos los elementos decorativos aparecen dorados con lo que se aporta una mayor sensación de riqueza a la zona del Presbiterio desde donde se realiza la liturgia religiosa.

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