Las obras que restauraron la Torre de Gando en 1981 sirvieron para establecer un cinturón de hormigón alrededor que evita humedades, revestir la azotea, rehacer la letrina y la saetera de la puerta y ajardinar el entorno. Asimismo, se restauraron las escaleras, la iluminación y el aljibe. Actualmente y desde 1982 la Torre alberga el Museo de Aeronáutica Canaria.
En el lugar donde hoy se levanta la Torre de Gando existieron cuatro fortificaciones anteriores. La primera la construyó hacia 1360 un grupo de frailes franciscanos procedentes de Aragón y Mallorca, con la misión de contactar con los indígenas y evangelizarlos. Sin embargo, los tomaron como prisioneros y fueron asesinados; la torre fue destruida.
La segunda fortificación fue construida por Don Diego de Herrera en 1457. Aunque, en principio, Herrera se ganó la confianza de los guanartemes, pronto los indígenas se cansaron de los desmanes de la guarnición e incendiaron la fortaleza. Dos años más tarde se volvió a levantar para protegerse de los ataques de los portugueses, pero fue tomada por Diego de Silva al frente de una escuadra lusa.
Hacia 1554, con la isla ya sometida a la Corona Española, el Gobernador Rodrigo Manrique, construye la cuarta torre para prevenir ataques piratas. Al fin, la torre actual, es edificada por Don Andrés Bonito de Pignatelli en el segundo tercio del siglo XVIII. Intervino en la defensa de la bahía frente al doble ataque británico de 1741 y en la defensa del navío español El Canario.
En guerra, alojaba treinta hombres que impedían el desembarco de corsarios y protegían los barcos que allí fondearan. En tiempo de paz, la guarnición se componía de dos soldados, uno de infantería y otro artillero, reforzados por la noche por dos milicianos, manejando tres piezas de artillería. A finales del siglo XIX se consideró inútil para el Ejército, empleándose desde entonces como oficinas de la Comandancia de Marina, cocina y almacén de pescadores. En 1956 el Ejército del Aire la convierte en polvorín, siendo abandonada en 1960. Doce años más tarde, propiciada por la construcción de la segunda pista del aeropuerto, se inicia su restauración.
La fortificación actual, emplazada en el lugar que ocupó el antiguo oratorio franciscano, es una torre circular que ocupa unos 170 metros cuadrados de superficie. Según un informe de la Comandancia de Canarias de 1843, tiene 12 metros de diámetro y 10 metros en su explanada de hormigón. El cuerpo principal tiene dos ventanas, una a cada lado de la puerta. Los muros son de mampostería ordinaria, con el pilar central de dimensiones considerables (6 metros de alto por casi 2 metros de diámetro). Del pilar central arrancan ocho arcos correspondientes a los ocho ángulos del octógono que forma la torre en su interior. La bóveda es de sillería y dispone de un aljibe rectangular de un metro cuadrado. La torre está dividida en dos pisos. En el primero, estaban la cisterna, el almacén de pólvora y el espacio para víveres. Una escalera de madera subía al segundo piso, donde aparecía la entrada accesible por escalera de mano a la explanada de la terraza, con espacio para 30 o 40 hombres.