Para los que viven en Las Palmas de Gran Canaria, los conjuntos históricos de Vegueta y Triana conforman dos entidades bien diferenciadas, separadas por la frontera del barranco Guiniguada.
Pero de lo que muchos no se percatan es de que esa frontera es más que puramente física, y se remonta a los mismísimos orígenes de la ciudad de Las Palmas, fundada en el entorno de la actual plaza de San Antonio Abad el 24 de junio de 1478 a partir del llamado Real de Las Palmas, un campamento militar desde el que se lanzó la conquista definitiva de la isla para su incorporación a la Corona de Castilla.
Vegueta debe su nombre a las vegas cultivables que se extendían en torno al Real de Las Palmas. Una vez finalizada la conquista, su papel como núcleo militar evolucionó rápidamente hacia núcleo del poder civil y religioso. En Vegueta se asentaron las principales instituciones de gobierno del nuevo territorio castellano: Cabildo, Real Audiencia y Sede Episcopal. Asimismo, las principales familias llegadas desde el continente europeo, una suerte de nueva nobleza, también se organizaron en torno a estas instituciones, configurando Vegueta como un barrio de residencia señorial y de actividad administrativa a partes iguales.
Pero desde el comienzo, Triana fue “otra cosa”. Con casi total seguridad, la denominación de esta parte de la ciudad se deba a los colonizadores que, procedentes de Sevilla, vieron en el Guiniguada un remedo del río Guadalquivir, que separaba a la señorial Sevilla de la populosa Triana.
Curiosamente, tanto los topónimos Guadalquivir como Guiniguada comparten la raíz “guad” o “wad” (واد en árabe), un término asociado a cursos de agua que fue tomado por el árabe de las lenguas bereberes norteafricanas, de donde proceden las poblaciones prehispánicas de Canarias; esta raíz se repite en otros topónimos de Gran Canaria vinculados a barrancos, como Guayadeque.
En Triana se asentó el nuevo comercio, el motor económico de la isla, que inicialmente prosperó gracias a la exportación de azúcar hacia Europa. Este núcleo se estructuró en torno al trazado de la calle mayor de Triana, que unía Vegueta con el que durante siglos fue el único “puerto” de la ciudad, en el actual Parque de San Telmo, en el que terminaba la muralla que por el norte intentaba proteger a la ciudad de las amenazas exteriores. Mucha de la población mercantil que se asentó al otro lado del Guiniguada procedía de centros comerciales tradicionales del Mediterráneo, quedando testimonio de ellas en topónimos como la Calle Malteses, la calle de los procedentes de la isla de Malta.
En suma, desde fechas muy tempranas, Las Palmas se conformó como una ciudad dual, de doble personalidad: una señorial y otra mercantil, una doble identidad que aún pervive hoy en día y que incluso se reforzó desde finales del siglo XIX con el desarrollo del Puerto de la Luz. Todavía en la actualidad, es común que los habitantes de la ciudad distingan, en su habla cotidiana, entre Las Palmas y El Puerto, como dos entidades geográficas -y casi culturales- diferentes.
Incluso es posible añadir a esta primera ecuación señorial-mercantil un tercera variable: la popular, que ocupó desde fechas muy tempranas los espacios urbanos restantes, Los Riscos, que tanta identidad propia imprimen a la ciudad.
En conclusión, los conjuntos históricos de Las Palmas de Gran Canaria sólo adquieren su verdadera dimensión y su plena personalidad de manera conjunta: Triana no se entiende sin Vegueta, Vegueta no se entiende sin Triana, y Los Riscos no se entienden sin Vegueta y Triana.