Los orígenes de la actual Villa de Ingenio, o de El Ingenio, son posteriores a la conquista, aunque diferentes yacimientos arqueológicos confirman la presencia de población aborigen en el guanartemato de Telde. De hecho, su patrimonio arqueológico ha proporcionado buena parte de los restos humanos de los antiguos canarios que hoy se conservan, localizados en el enclave de Guayadeque.

El topónimo de este municipio procede del molino de moler caña dulce o hacienda azucarera que se instaló en el lugar, construido por Alonso de Matos de Arribas en 1523.

El devenir histórico fue común con el de Agüimes, hasta que el aumento de población en el siglo XVIII hizo que los vecinos plantearan la edificación de su propia parroquia. Sin embargo, Ingenio solo llega a obtener identidad propia con la creación de su ayuntamiento, a principios del siglo XIX, logrando el título de Villa ya en el siglo XX.

El municipio, en su origen bajo la jurisdicción de Agüimes, creció en torno al azúcar tras la construcción en 1523 de un ingenio en la propiedad de Alonso de Matos de Arribas, en un llano del Valle Real de Aguatona. Las tierras eran heredadas de su padre Juan de Matos, quien fue ayo del obispo Juan de Frías, y las había recibido en repartimiento. Era de origen portugués al igual que su madre, Francisca de Arriba. Desde el siglo XVI, el lugar cuenta con ermita de la advocación de Nuestra Señora de la Candelaria, fundada entre 1565 y 1573, documentada en el testamento que en 1575 hizo Catalina Garra de Urúspuru, nieta de Tenesor Semidán (último guanarteme de Gáldar), ante el escribano Francisco Díaz.

A pesar de su desarrollo ligado a Agüimes y su señorío de la cámara episcopal, Ingenio fue conformando sus propios rasgos y personalidad, que derivaron en una demarcación diferente. En el siglo XVII se funda la segunda ermita de lo que es actualmente el municipio, la de Nuestra Señora del Buen Suceso en el pago de El Carrizal (1657).

El 30 de noviembre de 1815 se obtiene la declaración parroquial a favor de la iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria, que se segrega de San Sebastián de Agüimes. La constitución de un ayuntamiento propio fue en 1816, aunque no fue plenamente reconocido por la Junta Independiente de Gran Canaria hasta el 12 de agosto de 1843. Paralelamente, también desaparece el señorío del obispado, de forma definitiva en 1837. Con estos acontecimientos el Ingenio obtiene personalidad plena y comienza su andadura como un municipio más de la isla, logrando convertirse durante el siglo XX en uno de los más importantes, en virtud de lo cual se le otorga el título de Villa.

Entre su patrimonio arquitectónico destaca el centro histórico, donde se alza la iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria (1900), mientras que de su patrimonio etnográfico sobresalen sus molinos de agua y de viento, además de los aspectos del folclore y de la artesanía.

En el centro histórico de la Villa predomina la arquitectura popular, algunas de elegante factura, como la Casa del Cura en La Palmita y otras de variada composición, desde las pertenecientes a los modos de construir tradicionales, con corredores y cubiertas a dos aguas, como otras posteriores de azotea, tanto del siglo XIX como del XX, con marcos recercados de cantería. Estas características también aparecen en los barrios, especialmente en El Carrizal, donde destaca la iglesia de Nuestra Señora del Buen Suceso, con su sencilla fachada rematada en torre central. En este pago, en la zona de El Toril, se conserva la Casa del Obispo, relacionada con el prelado canariense Diego de Muros (1496-1506).

El casco histórico de la Villa de Ingenio, antiguo centro azucarero, es uno de los entornos urbanos antiguos más interesantes de Gran Canaria. Se pueden establecer varios recorridos por el centro histórico, a través de sus estrechas calles pintadas de cromatismos cálidos. Un itinerario etnográfico importante es el de la Acequia Real y los molinos harineros de agua.

Además, la Villa de Ingenio destaca por su gran tradición artesanal. En su centro histórico se encuadran el Taller-Museo de Arte Popular, que desarrolla actividades de cerámica y exposiciones, y el Centro de Artesanía, donde se hacen trabajos de calados, bordados y tejidos con telares, junto a actividades didácticas para mantener esta tradición artesanal. Entre sus manifestaciones festivas destacan las principales de Nuestra Señora de la Candelaria y San Blas, en el centro histórico, y las de Nuestra Señora del Buen Suceso y San Blas, en Carrizal.