La costa del sureste de Gran Canaria encierra uno de los valores etnográficos más importantes de Canarias: las salinas sobre barro. A lo largo de la misma, a principios del siglo XIX, se contabilizan unas diecisiete unidades salineras en producción, de las que hoy nueve están desaparecidas y sólo tres siguen en producción. De entre ellas destacan las Salinas de Tenefé que ofrecen aún al visitante una amplia visión de todo el proceso tradicional de la producción de la sal. Este valioso conjunto etnográfico dispone de un edificio restaurado con almacén y antigua vivienda, donde se ha acondicionado un centro de interpretación sobre la sal.

De Norte a Sur, empezando por La Florida, municipio de Agüimes, están las Salinas de Bocabarranco (Agüimes), del siglo XVIII, y las Salinas de Montaña Cercada, del siglo XIX. En el litoral de Arinaga (Agüimes), se explotaban desde el siglo XIX, cuatro unidades más.

Más al Sur, estaban las Salinas de Pozo Izquierdo (Santa Lucía de Tirajana), desaparecidas, y las Salinas de Tenefé del siglo XVIII, aún en explotación, en proceso de restauración (Bien de Interés Cultural). En la otra banda de la desembocadura del Barranco de Tirajana, en el municipio de San Bartolomé de Tirajana, se encontraba el conjunto salinero del Conde de la Vega Grande y Guadalupe, el más importante de la Isla, con nueve unidades construidas entre mediados del siglo XVII y el XVIII, donde, para su protección, se edificó un torreón defensivo que tomaría el nombre del Castillo de Santa Cruz del Romeral.

A las Salinas de Tenefé se accede por la carretera de Pozo Izquierdo, tomando el desvío que llega hasta el complejo de la Desaladora del Sureste. Estas presentan una amplia estructura compartimentada, empezando por un tomadero que conduce el agua del mar, en marea alta, hasta los estanques o cocederos, donde por exposición-evaporación el agua se va concentrando en sal. Luego, por bombeo mecánico (antes tres molinos de viento y ahora una motobomba) a través de una red de riego de caños principales y secundarios, la salmuera va pasando a pequeños estanques rectangulares, los tajos, cristalizadores donde la evaporación continúa hasta que, definitivamente, se precipita la sal.

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