Santa Lucía está situada en la comarca de Tirajana y su municipio se tiene como el último enclave de la resistencia canaria antes de la conquista definitiva en 1483, en el lugar conocido como La Fortaleza que, junto con Rosiana, constituye parte de su patrimonio Arqueológico. Su topónimo pertenece al grupo de municipios grancanarios que deben su nombre a la advocación de su primera ermita.
Con ayuntamiento propio desde 1815, el municipio presenta como principales atractivos un notable número de elementos singulares de construcciones populares y de valor etnográfico con caseríos de medianías, formando un hábitat disperso y agrupaciones no compactadas donde las viviendas encaladas se levantan entre palmerales, olivos y otros cultivos, muchas de ellas con cubiertas de tejas de arquitectura tradicional y popular. De su patrimonio arquitectónico destaca la iglesia parroquial de Santa Lucía, monumento importante del municipio, además del conjunto de arquitectura popular. En relación con su economía tradicional, sobresalen en su patrimonio etnográfico dos bienes que reflejan la dualidad de su territorio: el molino de aceite, vinculado a los cultivos de olivos de medianías, y las salinas de Tenefé, como aprovechamiento de sus recursos costeros.
En la primera mitad del siglo XVI, como fue casi general en las zonas bajas y medias de la isla, existió un ingenio junto al barranco de Tirajana, fundado por Lorenzo de Palenzuela, quien tenía plantada caña de azúcar en Sardina. También Antón Pérez Cabezas tuvo plantaciones en la zona. Las fincas azucareras no siempre derivaron en núcleos de población y los orígenes del municipio se localizan en el pago denominado El Lugarejo.
La ermita se levantó dentro de lo que era la jurisdicción de Tirajana, con cabecera en San Bartolomé de Tunte, y en ella permaneció hasta el siglo XIX. El recinto religioso era el referente más importante de El Lugarejo y se reedificó en varias ocasiones (1761, 1788 y en 1905 la actual iglesia). Un año importante fue 1814, dado que supuso la creación de la parroquia en la ermita de Santa Lucía, que se halla situada en El Lugarejo, con lo que adquirió su primer rasgo de identidad en la isla. En el decreto de erección se aprecia con todo lujo de detalles su árbol genealógico en lo relativo a lo eclesiástico, que fue el antecedente del civil, ya que se le considera ayuda de parroquia de "San Bartolomé de Tunte en Tirajana" y a ésta "hijuela del Beneficio de esta Ciudad (de Las Palmas de Gran Canaria)". Al año siguiente, en 1815, se constituye el ayuntamiento.
Los profundos cambios que se operaron en Gran Canaria durante la segunda mitad del siglo XX constituyen otra etapa clave en la historia del municipio, tanto de orden interno como a escala insular. Lo más destacado fue el desarrollo de la zona baja, donde prosperaron núcleos como San Rafael de Vecindario, Sardina o Doctoral, mientras la parte alta, donde radica la cabecera municipal, perdía la hegemonía. Paralelamente, Santa Lucía fue ganando puestos como municipio hasta convertirse en uno de los más poblados e importantes de la isla.
La cabecera del municipio está situada en un enclave de enorme atractivo, en un ambiente que podemos considerar de "paisaje cultural" en el que destaca la iglesia parroquial de Santa Lucía, realzada por su ubicación dominante sobre el entorno. La actual fábrica se levantó en un solar que ofreció el ayuntamiento en 1889 y las obras comenzaron en 1905 siguiendo los planos de Laureano Arroyo, arquitecto del Obispado que proyectó un elegante templo con fachada rematada en espadaña y cúpula, todo de gusto ecléctico.
En esta localidad se celebran las fiestas más importantes del municipio, en honor de la mártir siracusana, aunque también se le une Nuestra Señora del Rosario, con su célebre romería y la curiosa presencia de la "Lucía sueca". Otro bien singular es la iglesia de San Nicolás de Bari, en Sardina, levantada en 1814 en un lugar que desde el siglo XVII contaba con un heredamiento de aguas.