Tejeda fue una zona de importantes asentamientos prehispánicos, como dan prueba los numerosos yacimientos arqueológicos de la zona, entre los cuales destacan la sierra del Bentayga y su almogarén, Roque de las Cuevas del Rey, Roque Narices y otras tantas cuevas artificiales de habitación, así como graneros, recintos rituales, grabados o pinturas que hoy forman parte de su patrimonio arqueológico.
Tejeda fue durante mucho tiempo una jurisdicción muy amplia, aunque no demasiado poblada, constituida por caseríos diseminados y escasamente concentrados. De su patrimonio arquitectónico destaca el templo parroquial dedicado a Nuestra Señora del Socorro, un edificio ecléctico obra de Rafael Massanet y Fernando Navarro, inaugurado en 1931. Cerca se encuentra el Museo Abrahám Cárdenes, con una exposición permanente de la obra del escultor tejedense, creador de una importante escuela. La arquitectura tradicional constituye uno de los aportes más destacados de la localidad, con una gran adaptación al paisaje, siendo una muestra la rehabilitada casa Néstor Álamo. Su notable patrimonio etnográfico está vinculado al cultivo de la tierra con molinos, eras, pozos, albercas, etc.
Después de la conquista comenzó el desarrollo del núcleo donde se levantó la primera ermita en el siglo XVI dedicada a Nuestra Señora del Socorro y vinculada a la familia Gómez Castrillo, que primero dependía del Beneficio o Parroquia de Las Palmas de Gran Canaria y, más tarde, quedó integrada en el curato de La Vega (Santa Brígida) cuando se crea este. Hasta el siglo XVII no debió contar con mucha población, ya que no es hasta 1639 cuando se convierte en parroquia propia, en la que quedaron incluidos los feligreses de la Aldea de San Nicolás y Mogán, con lo que su territorio ocupaba casi todo el cuadrante sur-occidental de la isla. En 1783 se segrega el curato de San Nicolás de Tolentino, en La Aldea, y en 1814 el de San Antonio de Mogán, futuros municipios durante el siglo XIX.
La cabecera parroquial no llegó a tener un núcleo poblacional muy desarrollado y su importancia demográfica se debía a la suma de la población distribuida por la cuenca de su nombre o la más lejana de los valles que se abrían al mar y que más tarde formarían sus propias demarcaciones.
La iglesia de Nuestra Señora del Socorro siempre marcó la centralidad de Tejeda, en cuanto al propio núcleo y a la jurisdicción. La localidad se asienta en pendiente, adaptada a la topografía, con un esquema básico de "Y" que tiene su centro en el templo parroquial, que constituye su monumento más importante. El edificio es de estilo ecléctico y se inauguró en 1931, después de que el anterior desapareciera tras un pavoroso incendio en 1920. En el interior destaca el Cristo del siglo XVII, que posiblemente perteneció a la Cofradía de la Sangre. No lejos de la Iglesia Parroquial está el Museo Abrahám Cárdenes, con una exposición permanente de la obra del célebre escultor tejedense, creador de una importante escuela. La arquitectura tradicional constituye uno de los aportes más destacados de la localidad, con una gran adaptación al paisaje, siendo una muestra la rehabilitada casa Néstor Álamo.
Es una de las localidades grancanarias que más caracterizada está por su enclave, en el interior de su caldera y rodeada de montañas, con los emblemáticos roques Nublo y Bentayga. En relación con su patrimonio medioambiental y cultural está la celebración de la "fiesta del almendro", que pone en valor a esta especie arbórea y a los productos artesanales que genera. Al tratarse del Espacio Natural Protegido del Parque Rural del Nublo, sobre el que se superponen otras figuras de protección (Reserva Natural Integral de Inagua, Monumento Natural del Roque Nublo y Paisajes Protegidos de la Cumbre), mantiene su imagen paisajística y agraria, con un notable acervo etnográfico vinculado al cultivo de la tierra (molinos, eras, pozos, albercas, etc.) y ejemplos de arquitectura popular que se manifiesta en viviendas aisladas o formando pequeños caseríos (La Higuerilla, El Espinillo, El Chorrillo, La Solana, etc.), con casas de piedra vista, con armaduras de tea y cubiertas de tejas, con algunos corredores de madera que caen a los patios o a las entradas.
También se puede disfrutar de la grandiosidad de su entorno desde distintos miradores, especialmente el de la Cruz de Tejeda, donde se levanta el monumento de piedra diseñado por Santiago Santana. Allí se ubica el Parador Nacional de Turismo, proyectado por Miguel Martín Fernández de la Torre con la fusión del racionalismo y lo vernáculo, tan del gusto de su hermano el pintor Néstor. Desde aquí parece que Unamuno escribiera esa frase, ya integrada en el patrimonio grancanario de calificar el paisaje de la cuenca de Tejeda como "tempestad petrificada".